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lunes, 31 de octubre de 2011 in

La Fiesta de las Calaveras

La Fiesta de las Calaveras

Fotografía de Blessed Birth Doula Services

Hoy la Fiesta de las Calaveras de antaño ha sido desplazada por las ridiculeces del Halloween, zombis desenterrados, brujas, muertos vivientes y calabazas por calaveras en las fiestas infantiles, infantilizadas por los patrones, patronos, de la cultura de masas made in USA. Todos así nos convertimos en niños y cogiditos de la mano entramos en el reino de los cielos. Ya saben, los niños son buenos consumidores, maleables, devoradores de chuches y coloridas entelequias. 

Con estas modas tan modernas seguramente se venderán más calabazas para la fiesta que flores para los cementerios y la noche de Halloween llamarán a las puertas proponiendo "truco o trato", antes las dejábamos iluminadas en los dinteles de las puertas para que diesen miedo y nos llevábamos las chuches.

¡Profesor!, me decía en tiempos pasados un alumno: “Ahora que he aprendido a decir película, se dice “Flim”. Esto es lo que le pasa a La Medusa con eso de la Fiesta de las Calaveras y Halloween.

Ahora es Halloween, ayer fiesta del Día de las Calaveras, esa que constituía  uno de los actos tradicionales que todavía se mantienen en el municipio del que soy nativo - Grávalos - pese al paso de los años. Se festeja el día 31 de octubre, la víspera de Todos los Santos. En este pueblo suele cultivarse el hombre y sus costumbres, unas autóctonas y otras importadas, hay dos que no faltan ningún año por estas fechas: una es la la fiesta de las calaveras y otra acudir al teatro, donde lo haya, a presenciar el Don Juan Tenorio, de Zorrilla.

Creo recordar que ni con el tiempo ni las modas ni la invasión de tendencias la fiesta de las calaveras haya sufrido declive alguno. Todo se organizaba y, según me cuentan, sigue organizándose  desde que la chavalería termina la escuela en la jornada de tarde, se agrupan y preparan para recorrer todos los hogares del pueblo, adentrarse en las entradas o zaguanes, depositarlas en lugares no iluminados o bajos de luminosidad, llamar con las aldabas para que la vecindad se enterase, bajase a atender la llamada, darse de bruces con la calabaza –calavera iluminada e intentar asustar a sus propietarios con las típicas calaveras de calabaza iluminadas en su interior con luz de vela, espantar a los malos espíritus, depositando alimentos en las puertas de las casas, y pedir dulces.
 
Sé que Mañana los niños volverán a concentrarse en las plazas y en los cantones de los pueblos, a eso de las seis de la tarde, cuando la luz empiece a ensombrecerse. Los niños, gozosos, acudirán a los lugares de la cita disfrazados e incluso maquillados, pintando sus caras pintadas de negro o amarillo pajizo, para así comenzar el recorrido por las calles. Todos entonarán, al tiempo que inician su andadura, aquello de: “ánimas del Purgatorio, dónde vais con tanta pena, al corral del tío Coloco, a coger las peras buenas, y las malas a dejarlas”.

 Terminado el recorrido habrá lanzamiento de caramelos, chocolatada, papiroflexia, espectáculo de magia, música y regalos para los que lleven las calaveras, y sorpresa final.


Fotografía  de 123 RF

El otoño, en La Rioja Baja, siempre ha sido tiempo de calabazas iluminadas y dulces. Tiempo de salir -bien abrigado- al campo, a por almendrucos y con ellos hacer luego en el fogón de casa garrapiñadas, saladillas y demás exquisiteces para esas tardes de fin de semana de mesa camilla y radio –antaño- o de sofá y televisión –hogaño-.

También es tiempo de sentarse a degustar las deliciosas rosquillas o los fardelejos, rusos, mazapanes, chocolate en forma de piruletas, buñuelos rellenos con crema y nata... Barquillos de los de toda la vida, todo tipo de frutas confitadas y huesitos de santo...que han ido naciendo de las recetas de las abuelas y se han convertido en todo un reclamo gastronómico de nuestros pueblos.


 Fotografía  de 123 RF

Textos de La Medusa Paca. Copyright ©

domingo, 30 de octubre de 2011 in

Cuando el balón y la hora cambiaron


Cuando el balón y la hora cambiaron 


Parece que será una mañana de agua. Parece, según dicen los diarios de papel y los otros, que no se agotarán las entradas. Da la sensación que, aunque los dos equipos vienen fuertes y el uno va a por el otro, la victoria se quedará junto a la Rambla de Benipila. Y habrá que convenir que la victoria de esta mañana pasada por agua será la tercera consecutiva que el FC. Cartagena le endosa al R. Murcia en estos dos últimos años.


Todo esto es lo que me ha comentado hace unos instantes La Medusa que se ha puesto tan nerviosa que parece no llega hasta el estadio y son las nueve de este domingo en el que ha cambiado la hora y será por ello por lo que se encuentra nerviosamente perezosa.

La Medusa está a punto de salir hacia el estadio para colocarse en la grada junto a unos amigos murcianos que le acompañan porque desean que veamos juntos el partido, es que uno con ellos y ellos con uno estudiamos en La Merced. Así es la vida.


Al término e igual que los payasos, como cuando éramos niños, solían terminar su actuación con una tarta en la cara, escena que nos provocaba siempre la risa, nosotros la tomaremos de postre después de comernos un arrocito en Garnacha que para ello hemos dejado a las santas para que lo tengan todo preparado a la vuelta y final del partido.

A La Medusa siempre le han caído bien estos partidos entre iguales de la misma Región. Al final, como nos mueve la ternura, gane quien gane y pierda quien pierda, nos felicitaremos con un tartazo, entre blanquinegro y rojo pimiento morrón,  en la cara. Lo único que nos dolerá será el no haber ganado.


 Recordando derbis pasados, cuando nosotros estuvimos a punto de alcanzar la gloria y ellos se marcharon hasta los infiernos, les dejo estos recuerdos para que los guarden y recuerden que una mañana de domingo, cuando la hora cambió, les volvimos o nos volvieron a ganar.



  Textos de La Medusa Paca. Fotografías cortesía de enfoque Comunicación. Copyright ©

sábado, 29 de octubre de 2011 in

¡Ay! ¡ay! ¡ay! Que a los murcianos se les acumulan las tristezas ¡Ay! ¡ay! ¡ay!

 
La Medusa hoy y mañana quiere dedicar su espacio a la confrontación futbolística entre los dos equipos de La Región que están compitiendo en La Liga Adelante.
Hoy les recuerda lo que escribió para Sportcartagena en aquella mañana primaveral. Lo acompaña con fotos inéditas cedidas a La Medusa por Enfoque Comunicación, cosa que ésta agradece.
Mañana les mostrará otras para que, de esta manera, todo sea feliz y dichoso. La Medusa es así de generosa.

UN RINCÓN PARA DOCE

¡Ay! ¡ay! ¡ay! Que a los murcianos se les acumulan las tristezas ¡Ay! ¡ay! ¡ay!

PEDRO ROBERTO J.P. 11/04/2010 18:30 horas

Última actualización 11/04/2010@18:28:27 GMT+1


“¡Ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay!, ¡canta y no llores!
De tu casa a la mía,
cielito lindo, no hay más que un paso.
Ahora que estamos solos,
cielito lindo, dame un abrazo”. (Quirino Mendoza y Cortés)

El que suscribe, como no sabe, ni entiende, ni escribe en panocho, hoy lo requiere el evento, “quiere hacer una prosa en Román Paladino en la que suele el pueblo hablar a su vecino”. ¡Forastero!

Les voy a contar todo lo que esta mañana he visto, metido a presión, en la olla, con un sol de justicia y sin gorra. ¡Oigan! El equipo murciano ha tenido que madrugar para cruzar el Puerto de La Cadena y acercarse hasta el Mar. Y se ha marchado de prisa con un 3-2 en el capazo y resabiados. Ya saben, son capaces de dormitar en la capitalidad para no dejar ni un céntimo en la sede episcopal y departamental.



Cartageneros y Cartageneristas, fundamentalmente estos, han obligado a los huertanos a guardarse la traca que tenían preparada, para explotarla, por si hoy vencían, como final de sus fiestas de primavera. ¡Qué ilusos! ¿Acaso no se acuerdan del 4-1 de la primera vuelta? ¿Es que no han mirado la tabla para comprobar que los “amigos departamentales”, van desde septiembre y, hoy más, encumbrados en puestos de ascenso? Total, en caja, 7-3.

Está muy bien, y se lo agradecemos, que no hayan venido vestidos de huertanos y que hayan dejado su jolgorio para otra mejor ocasión: que las habrá, ¡hay más días que ollas!



Por favor, guarden en el arca los refajos, zaragüelles, chalecos y monteras, claveles y fajines, delantales, mantones y esas horquillas de cobriza bisutería, pues las van a necesitar después de hoy, en ocasiones más propicias, salvándose del descenso.

Las flores de vuestra hermosa batalla se han quedado, hoy, marchitas y llenas de pena por ese alfombrado camino blanquinegro que os conduce, compungidos y tristes al otro lado del puerto hacia la Vega.

Los floristas han sido esta mañana los jardineros de JIM que, como orfebres en el campo, han ofrecido sus ramilletes de goles para arrojarlos a destajo sobre los huertanos-sardineros, porque siendo generosos no los han querido utilizar todos ni guardarlos para las suyas de Cartagineses y Romanos encargando ya, en La Primera División, otros tan lozanos y frescos como nuestras nenas.

Me contaba un murciano, buen amigo, al terminar el partido, que el desgraciado testamento de este año no se lo ha llevado el velatorio y entierro de la sardina. Él estaba muy triste pensando que no es cierto que el fuego purifique todo.

A partir de hoy las huertanas ya reirán menos en la huerta del Segura y por el contrario sí resplandecerá su hermosura, porque lo cortés no quita a lo valiente. Y en las ramas del naranjo, del Campo Cartagenero, brotarán las flores de nuestro amor blanquinegro.

¡Qué pureza de juego, qué castidad de azahar ha desplegado nuestro conjunto! Todos al abandonar el Cartagonova nos hemos reflejado en La Rambla como acequia de nuestro jardín contemplando las flores de la victoria que han salido, posándose sobre el puente, para vernos sonreír.

¡Ay Vega, Veguita mía de mis amores y querencias, gala de mi palmar! ¡Qué hermosa eres! Tu jardín no tiene igual.

Os recuerdo que un santomerano de bien: Toché, y el "Baconbridge" Tato, con penalti no cobrado, nacieron en la huerta para amar, jugar y vivir en nuestro campo, labrado con su noble trabajo, queriéndose morir después de lo de hoy.



En fin murcianos y murcianas, cartageneros y cartageneristas que, a partir de mañana, comencemos a ser felices, al fin y al cabo esto sólo, sólo, ha sido un partido de fútbol entre hermanos.

Hasta el domingo que viene que seguiremos remando Mediterráneo arriba, si Dios quiere y la huelga nos lo permite, y ya saben, sean buenos...y no tengan miedo que el F.C. Cartagena no estaba muerto que estaba de parranda. ¡Ay! ¡Ay!







Pedro-Roberto J.P., hoy en un Lugar, con encanto, del Mar Menor. Dies4/11: ante diem tertium Idus Apriles.

viernes, 28 de octubre de 2011 in

Leonardo Cohen

Leonardo Cohen


La Medusa Paca tenía ganas de agradecerle a Cohen que agradeciese su reciente premio "a este pueblo" que le dado "tanto". Y lo expresase hablando directamente al auditorio: "Me pasé la noche en blanco pensando en qué diría, tras comerme todo el chocolate y los cacahuetes del minibar, pensé en unas palabras, pero dudo de que haga falta referirse a ellas. He venido para expresar otra dimensión de gratitud". Y lo hizo recordando cómo Federico García Lorca le dio "permiso" para encontrar su propia voz.

El poeta-cantor explicó con detalle cómo un gitano le descubrió en Montreal la música española:

"Un día estaba de visita en casa de mi madre. Había un parque con una pista de tenis. Había un joven tocando una guitarra flamenca. Me encantó, había algo que me cautivaba, quería tocar así". "Cogió la guitarra, la afinó, y me dijo: “Tócala”. Me explicó dónde tenía que poner los dedos y me dijo otra vez: “Ahora toca”. Fue un desastre". Cada día Cohen repitió y mejoró su aprendizaje, pero tras varios días el joven "ya no vino. Busqué su número para llamarle y descubrí que se había suicidado. No sabía nada de él, de qué parte de España venía, ni porqué se había quitado la vida. Nunca he contado esto antes pero esos seis acordes han sido la base de toda mi música". "Todo lo que han encontrado favorable en mi obra viene de ahí" y, por extensión, de España: "Todo viene de esta tierra que me ha permitido poner mi firma en la última página". Y más tarde Cohen cuando era joven y buscaba una voz en él “la encontré cuando leí a Lorca. Él me dio permiso para ubicar mi yo, siempre inacabado, incluso hoy que ya soy viejo".

Y a mí que también comienzo a subir a ese tren de la senectud, de momento sin dejar los andenes vacíos, me inspiraste este:

 SONG
Yo también deseé
   subir al quinto cielo
   y decir al llegar
   que era extranjero.
  
   Yo también pretendí
   haber dejado el juego.
   De tomar tanto tren
   me fui haciendo viejo.
  
Pero ella está en el mar.
   Pero ella está en el viento.

Era extranjera, amor,
   la que vino al encuentro.
  
Y le dije al llegar
   que era extranjero.

Textos de La Medusa Paca. Fotografías del diario “El País” Copyright ©

jueves, 27 de octubre de 2011 in

La Boquería y la magia de la naturaleza

La Boquería y la magia de la naturaleza


El viajero se despide de Pinotxo deseando adentrarse en las profundidades del mercado, pero se detiene, de pronto, fascinado por una caja de tomates a primera vista nada llamativa. "¡Tomates de Raf!", exclama. "De Mazarrón. ¡Los mejores tomates del mundo!". La mayoría son verdosos, grandes y ondulados. "Se supone que tienen que ser así, y fíjate cómo están de duros", susurra mi acompañante. Están duros. "Eso es. Duros. Llenos de sabor". Encarga un kilo, y, aunque lo que compró en el primer puesto todavía tiene que recogerlo al término del recorrido, esto me lo llevo, como un preciado tesoro, en una bolsita de plástico.

A Paca siempre le ha gustado la casquería y si es aderezada con el picante riojano a gas saliente, es decir fuerte, mejor que mejor, de ahí que la siguiente parada es "Despojos Rosa". Allí se pueden adquirir cabezas de cordero, sesos, tripas, callos, manitas de cerdo y criadillas de todo tipo de ganado: vacuno, ovino y porcino, grandes, blancas, ovales y venosas. También tiene, colocado en otra interesante forma arquitectónica sobre una bandeja, lo que parece un montón de pequeños ladrillos de color rojo oscuro y polvoriento. "sangrecilla" exclama el viajero. "Estupenda con cebolla frita". "Mucha cebolla frita", añado. "Mucha".

Ayer, cuando oí vociferar a la pescadera aquello de “Atún del estrecho” me quedé perplejo, no lo había escuchado jamás y sí aquello de “Bonito del Norte”. Es cierto que es distinto. El que vi no necesita ninguna ayuda. "Cuanto más fino y más intenso el rojo, mejor", dice la Pescadera, mientras me muestra orgullosa la oferta de su puesto en el que lo único que venden es atún, capturado hace apenas 16 horas en el estrecho de Gibraltar y traído por la noche a Barcelona en camión.

Casi todas las pescaderías están en el centro del mercado, alrededor de dos fuentes adornadas con mosaicos al estilo Gaudí y donde sólo venden mujeres. El viajero entiende que nada tiene que ver con una discriminación sexista, sino,  está científicamente demostrado que las mujeres poseen el arte de vender. Los hombres no. Cuando los hombres lo intentan, no pueden compararse. Venden la mitad.

La excepción a esta regla científica es Petràs, "el mago de las setas", ayer ya les hablé algo de él. Si Pinotxo, es decir Juanito,  es una institución como regidor de ese bar largo y estrecho, del tamaño del vagón bar de un tren cualquiera, Petràs lo es tanto como vendedor de setas, hongos y fundamentalmente como setero viejo, barbudo, rubicundo y corpulento, especializado asimismo en trufas y espárragos silvestres, con aire de gnomo misterioso, habitante del bosque. Lleva una chaqueta vieja de punto, ni a traición deja que lo fotografie, y su puesto, desde el punto de vista estético, deja bastante que desear. Compra en las colinas de Cataluña, en las de Soria, Rioja y Navarra y, si me creen, hasta puede hacerlo en las Siete Colinas de Roma -cualquier sitio- es bueno para comprar y, si el día se da bien, puede vender hasta en la Gran Babilonia del Rey Nabucodonosor. "No me pregunte cuánto compro y vendo al año", le lanza al viajero, "no se lo digo ni a mi padre".


El viajero hunde la nariz en un cesto de setas frescas de La Rioja, con un precio de 16`90 euros el kilo, inspira profundamente, cierra los ojos con el fervor de un auténtico creyente, anima a su acompañante que le imite para impregnarse de la fragancia de ese olor húmedo, rico, a tierra, como si la esencia de toda la ingente naturaleza que se exhibe en el mercado estuviera contenida aquí, como si éste fuera el centro eucarístico de la catedral a la que el viajero ha venido a rendirle culto en este maravilloso otoño catalán en el que nació su nietecillo Alfonso.
Fotografías y textos de La Medusa Paca. Copyright ©

miércoles, 26 de octubre de 2011 in

Cuando ir al mercado es un arte

Cuando ir al mercado es un arte


Pinotxo es mi lugar de encuentro para tomarme un cafelito después de una butifarra a la plancha adornada del color verde de las hortigas, canónigos y alguna hojita de lechuga, esperar al que me acompaña, que no es otro que mi consuegro, para iniciar la ruta por este grandioso y colorista mercado  de San Josep y continuar por las ramblas, beber un traguito de agua en la fuente de Canaletas y tratar de observar, ver y cuidar de todo lo que se nos acerca y sorpresivamente puede sorprendernos.

El Pinotxo está, mano izquierda, nada más entrar a la Boquería, en la Rambla. Allí nos hemos aposentado para tomar religiosamente esa riquísima butifarra y nuestro café mañanero, como lo han hecho, durante muchos años, todos aquellos que llevan viniendo a hacer su compra diaria, al que dicen ser el mejor mercado de Europa.

En el instante que el viajero y su consuegro se instalaron en la barra del Pinotxo y Juanito, su dueño, nos atendió, oímos la voz grave de la verdulera del puesto de al lado ofreciendo pimientos verdes y entreverados de Lodosa, tomates de Mazarrón y desde otro puesto, allá en la lejanía, el puesto de Petràs, "el mago de las setas", ofrecer robellones de los montes de La Rioja y a la pescadera ofrecer cantando, desde un puesto contiguo, atún del Estrecho, lomos de rape gallego y langostinos de Vinarós. 

Como ven, hemos comenzado la mañana avituallándonos, aunque solo haya sido con el gusto, la vista y el olfato, exquisitamente en plena Rambla.

Pinotxo, es decir Juanito, un gran personaje dentro y fuera del mercado, dueño y señor con 50 años a sus espaldas, trabajando en su Pinotxo, nos comenta que este su establecimiento es uno de los diez lugares situados dentro del mercado en los que se pueden comer los productos que se venden en él. El Pinotxo es un bar largo y estrecho, del tamaño del vagón bar de un tren cualquiera, y tiene como empleados permanentes a cinco personas espantosamente ajetreadas. 


Menudo, delgado, de tamaño más bien pequeño e hiperactivo a sus 77 años, Juanito lleva indefectiblemente un chaleco de raso gris plateado, una pajarita combinada y una camisa blanca. El cabello, a lo punk británico, le delata como un camarero de salón de té  mostrándose un poco fuera de lugar entre el bullicio de la Boquería. 

Dejamos a Juanito y emprendemos nuestro safari gastronómico. Al puesto más hermoso y colorista de toda la Boquería se acerca un señor, parece el rey del mambo, lee gritando un pedido que una  ayudante de la verdulera toma nota: "Tres kilos de habitas, un saco de patatas, medio kilo de moras y kilo y medio de pimientos del piquillo de Lodosa". ¿Pimientos rojos de Lodosa? "Sí, de Lodosa", dice, mientras coge uno y lo examina. "los prefiero a los de Padrón; son más gruesos, más picudos, igual de sabrosos, y hasta alguno suele salir picante".

Los puestos de frutas y verduras están en la Boquería en sana competición y todos ellos son una deslumbrante obra de arte. Las fresas, por ejemplo, están colocadas según el modelo arquitectónico de Gaudí: con el elemento surrealista bajo el control, no se sabe cómo, de la geometría.Chirimoyas, pitayas, mangos, e higos y papayas, frutos extraídos de toda la creación, se mezclan con lechugas de todos los tonos de verde para producir un efecto que los cuadros del Museo de Arte Moderno, a la vuelta de la esquina, quizá aspiren a emularlos, pero nunca superar. 

Hoy, en mi recorrer Barcelona, la parada en la Boquería ha sido una parada tan indispensable como anteayer lo fue la Sagrada Familia y ayer la iglesia de Santa María del Mar. Ha satisfecho todos los sentidos. Además de ver, en la Boquería he podido, junto a mi acompañante, oler, saborear, tocar y oír. Durante toda la mañana he asistido a una sesión de teatro en vivo, sentado en una banqueta del ajetreado personal del bar Pinotxo.


Fotografías y textos de La Medusa Paca. Copyright ©

martes, 25 de octubre de 2011 in

Y el Mar, de repente, se convirtió en Catedral

Y el Mar, de repente, se convirtió en Catedral


El viajero tenía ganas e interés, mucho interés por esta iglesia. Ese interés creció después de  leer el exitoso libro de Ildefonso Falcones, “La Catedral del Mar”. Su narración me trasportó al S. XIV envolviéndome en esa continua historia que ayer y, en otras ocasiones, me he encontrado por las calles, esas calles del Born en las que todo es sorprendente.  Y todo es posible  y sensual que, como define la Real Academia de la Lengua Española, “pertenece  o es relativo a las sensaciones de los sentidos".  
Sí, Barcelona, como todas, como todo, es un espacio de memoria visual, fotografiado hasta la saciedad, plató de anuncio y reclamo que antes, como todos, como todo, fue un libro. Mucho queda en pie de la Barcelona revolucionaria, del romántico barrio de Gracia, del Carmelo obrero, del mercado de Sant Antoni, del Raval y del gótico costumbrista de Pitarra. 
He gozado imaginando todo este fenómeno medieval, pateando las callejuelas del barrio cuya nomenclatura me ha recordado oficios y gremios de sombrereros, zapateros, pescaderos, espaderos, queseros, cristaleros...todos tuvieron y tienen su calle en este entorno y antiguo barrio en el que de repente se me ha mostrado esa Iglesia esplendorosa y sobria de Santa María del Mar.

El viajero no ha tenido prisa y decidió pasear única y exclusivamente por el barrio del Born y sus sugerentes alrededores, no tuvo prisa y no deseó más. Allí de bruces, de repente, como surgida de la arena se topó con La Iglesia de Santa María del Mar y sorpresivamente vio que en su construcción gótico catalán esta Iglesia "tiene y encierra algo". Algo que, desde su exterior, comienza a dejar boquiabierto al viajero, impresionándole, ensimismándole de que en el corazón de la ciudad, pueda haber una maravilla histórica tan bella. El edificio macizo y robusto me ha desplegado toda su  magnificencia, dándome igual el punto desde el que lo miraba. De repente, allí estaban sus rectas líneas y ese rosetón, cada vez más fotografiado, describiéndome la magnificencia de su exterior.

Y todo eso es sólo el exterior. Su interior, sin crucero y con tres naves, me impresiona. Como de igual manera me sorprenden  sus espacios interiores fantásticos, sus vitrales y ventanales de una belleza increíble que desarrollan toda una experiencia visual que sobrepasa lo espiritual. Y me imponen sus columnas adornando  esos increíbles vacíos que forman sus techos. Digo que la visita a la Iglesia fue un asombroso descubrimiento. Seguro.

En sus fachadas percibí detalles marcadamente góticos siendo su luz interior bastante particular. El templo, que puede admirar desde todos sus perfiles, tiene, mirado desde el exterior, una silueta maciza, austera y poco decorada. Sin embargo, su estilizado y bello interior me provocó asombro y admiración, fundamentalmente en sus tres naves sostenidas y separadas por hileras de altísimas y esbeltas columnas, rematadas en esa espectacular bóveda de crucería. Santa María del Mar con su aire sugestivo me provocó emoción. 
Para el viajero ha sido y es un lugar mágico, lugar - iglesia construida con el sudor de mucha gente, con la gente del pueblo, la iglesia del pueblo. Un lugar al que siempre acudiré cuando esté por Barcelona.



Fotografías y textos de La Medusa Paca. Copyright ©

lunes, 24 de octubre de 2011 in

La Sagrada Familia: fachada de La Pasión

La Sagrada Familia: fachada de La Pasión


La Medusa está en Barcelona, se ha paseado por Las Ramblas, se ha acercado hasta el mercado de La Boquería en busca de todo tipo de productos válidos para el almuerzo: pescado, chopitos, setas, jamón, y bombones de postre. Ha paseado por ese encantador barrio, que es el barrio gótico y, al final, ha aparcado sus penas, alegrías, preocupaciones, sinsabores y felicidades en una de las puertas y fachadas del templo de La Sagrada Familia; la fachada de La Pasión. 

No me pregunten por qué he decidido descansar en la escalinata de esta fachada; si para sollozar y reírme o para rezar en silencio, aislándome del barullo. Quizás me he aposentado allí porque  está orientada a poniente, porque es extraordinariamente desnuda y austera y porque sus formas son geométricas y en arista o por su porche de seis columnas o por la división que hace el mainel con los signos Alfa y Omega o porque hay sobriedad manifestada  en la presencia de sus columnas en forma de huesos y sobrias esculturas que añaden dramatismo al ya deliberadamente triste diseño de Gaudí. No me lo pregunten, no lo sé, y si lo sé, a quién le importa.

Me he levantado, he descendido y caminado hacia afuera, he querido mirarla desde lejos, y desde cierta perspectiva me he dado cuenta que esta grandiosidad parece terminada, me alegro que no lo esté para volver a verlo y visitarlo y poder sentarme para contemplar otra fachada, aunque sea tan sólo una portada, como si de un escenario de teatro se tratase, que al fin y al cabo es lo que es, aunque su verdadera representación y sus actores, el VERDADERO ACTOR está en el interior. 


 Creo que fue Paul Gauguin el que llegó a decir que el simbolismo es la expresión de la idea a través de la forma. Símbolos claros y diáfanos como agua de nieve, hallando sus formas en la Naturaleza que siempre actúa con lógica y sin intentos de creación artística, solamente con propósito funcional y práctico son los que, constantemente, se me presentaban.

He deseado pasar revista a lo que quiso decir Gaudí con sus formas tridimensionales y me he dado cuenta que su simbología me ha facilitado el examen. Y no he tenido más remedio que agrupar estos símbolos en: Símbolos cristianos; mitológicos; patrióticos y falsos símbolos fruto de imaginaciones ajenas a la de Gaudí.

Pregunto y me cuentan que: “Gaudí se sirvió de la Biblia y de la tradición cristiana para poner ciertas expresiones en sus edificios. Que a La Sagrada Familia la llaman la Biblia en piedra pues en ella, de modo ingenioso y completo, se presentan todas las verdades de la Religión”. Y el viajero queda absolutamente perplejo, estupefacto y sorprendido cuando su guía particular le indica que “del Apocalipsis sacó Gaudí modelo”.

Ayer tenía ganas de oler, saborear y sentir el otoño en ese espacio representativo de Barcelona. Anteayer  acababa de abrir sus imaginarias puertas a la vida mi nieto Alfonso  y el viajero, junto a la Medusa, ha querido celebrarlo apostado al perfil gaudiano inconfundible de la basílica de la Sagrada Familia.

Tras la experiencia modernista de este museo abierto, callejero y exterior, el viajero, la Medusa y la compaña se han conducido hasta casa, sin darse cuenta que esta está situada, passeig Sant Joan, justo detrás y a la vuelta de la esquina del templo expiatorio, para  preparar y continuar su aventura de mañana, que será gótica.

Ahora ya sé el por qué tuve la necesidad de sentarme en la escalinata de esa fachada:  tenía necesidad de arquitectura gaudiniana, especialmente de la del templo, deseaba conmoverme, que me revelase algo para liberarme de la visión banal y corriente de las cosas, conectándome con un sentido superior, más verdadero, más bello. Esa fue la necesidad y no otra.


 Fotografías y textos de La Medusa Paca. Copyright ©

domingo, 23 de octubre de 2011 in

El Sonido de los pueblos abandonados

El Sonido de los pueblos abandonados

 Valle del río Cidacos

Si el viajero tuviese que elegir los pueblos a visitar por la sonoridad de sus nombres  enfilaría el camino para que le condujera hasta Ollora, Ribalmaguillo, La Monjía, Turruncún, Garranzo, La Escurquilla, Navalsaz y Poyales y Oliván...Todos ellos situados en una zona muy próxima al río Jubera, pero ya en la cuenca alta del Cidacos.

Si el viajero tuviera que elegirlos por ser pueblos olvidados se trasladaría hacia esos mismos en los que no hace tanto tiempo muchos riojanos todavía vivían y subsistían trabajando huertos, algunas piezas de cereal y frutales, un corral con gallinas y conejos, un par de cerdos para hacer matanza, una punta de cabras y ovejas, acaso también vacas o yeguas. Mantenían la casa de sus antepasados y, entre los pocos vecinos, mantenían la aldea. Pero ¡qué casualidad y qué tristeza! a mediados del siglo pasado el desarrollo que llegó al valle no alcanzó a la sierra y muchos de estos pueblecitos se quedaron al margen de los avances y comodidades que traían las nuevas vías de comunicación, la red eléctrica, el agua corriente... Aquellos riojanos, como muchos otros españoles, se vieron empujados al éxodo rural: hicieron las maletas, echaron llave a la casa y marcharon a la capital a iniciar una nueva vida. La vieja quedó atrás y el olvido cayó sobre ella con la fuerza de un mar incontenible. Hoy, como restos del naufragio, de esos despoblados solo quedan las ruinas en el monte.

 Viejo Balneario

Después, los pueblos se quedaron completamente vacíos. Se construyeron puentes de troncos, salva el río, para dar comienzo a senderos que en tiempo prudencial de marcha llevan hasta esos pueblitos perdidos en lo que algunos han venido en llamar las “Alpujarras riojanas”, por remotos y pobres. Allí apenas queda nada. Las vacas pacen por doquier con la sola compañía de moscas y tábanos. El cielo es del buitre. El monte, de la aliaga.

De la veintena de casas que ayer formaban sobre la ladera solo quedan paredes en ruinas con esa mirada fantasmal que aparentan las ventanas vacías. Y de la iglesia resiste en pie poco más que un muro. Ni rastro de la nave. Zarzas y ortigas salpican como una espuma verde y hostil los pecios de esos pueblos sonoros en su nombre.

El viajero, acostumbrado a la costa y a la sierra, se ha dado cuenta en su visita riojana que esta es la “costa de los naufragios” donde han quedado varadas, como tristes barcos hundidos en el mar del olvido, las ruinas de muchas aldeas que un día no tan lejano fueron pueblos vitales.

 Lo que queda de la Iglesia de Torremuña

Esas soledades por las que hoy casi nadie se aventura encierran el secreto que despobló buena parte de la provincia, la más agreste. Su humilde pero considerable patrimonio arquitectónico, iglesias y casas serranas de buena piedra, yace desmoronado e irrecuperable. Entre los escombros y la maleza se ha perdido también el patrimonio inmaterial de la memoria de esos lugares. Y se perderá del todo a no ser que alguien lo remedie.

La Medusa Paca los está recorriendo, fotografiando y espera ir mostrándoselos con el único objetivo de que no queden en el olvido, desea que el relevo generacional no quede abandonado en el futuro. Desea saber lo que ocurrió, para que no se repita. Cada pueblo tiene su historia, aunque muchos la han perdido ya para siempre. Son un continuo rosario de pueblecitos abandonados en la sierra riojana, cuyos restos son hoy un esqueleto de piedra a la intemperie.

Aldeas que soportaron duras condiciones, inviernos gélidos y áridos estíos, no aguantaron en cambio la llegada del progreso, que se quedó abajo, en el valle. Sus gentes estaban hechas a todo, pero tenían derecho a prosperar, aunque para ello tuvieran que soltar amarras y emprender otra singladura.

Con el tiempo, la naturaleza, sin nadie que la domesticase ya, volvió a apropiarse de los espacios donde antaño hubo cultivos. También de caminos, calles y plazas. Las viejas construcciones, hundidas por el peso de los años, fueron devoradas por la maleza. Escombros de roca, argamasa y madera arruinaron cocinas donde hubo un hogar y lumbre, dormitorios y estancias con sus propios recuerdos a medio hacer.
El expolio y la rapiña también hincaron el diente en templos y viviendas; hasta las tejas se llevaban, las piedras sillares, las vigas, los cabezales de las camas, los cacharros de cocina, los aguamaniles, las aldabas, los aperos de labranza. Hoy solo quedan los huesos que no pueden roer más carroñeros. Como restos de un hundimiento que el mar devuelve sobre la playa tras la tempestad. Lo demás lo hizo el olvido.

 Reconstruyendo la iglesia de Oliván

Aunque quizás aún quede una esperanza en quienes no olvidan sus raíces: como en Oliván, donde un hombre, un solo hombre que recuerda a Pedro, aquel último superviviente, se ha esforzado en arreglar su casa con sus propias manos, reflotarla en medio de la nada y salvar su pueblo del naufragio.

Fotografías y textos de La Medusa Paca. Copyright ©

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