viernes, 7 de octubre de 2011 in

La caminata nos dejó huella

La caminata nos dejó huella

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo. 
La tarde, tras los húmedos cristales,
se pinta, y en el fondo del espejo
”. (A. Machado)

 Gráfico Gobierno de La Rioja

 Los viajeros han llegado hasta aquí por caminos, veredas, senderos, trochas, caminos vecinales y una pequeña, con firme defectuoso, carretera regional. El aquí ha sido una ermita: la ermita de Nuestra Señora de Lomos de Orios y un parque: el parque natural Sierra de Cebollera, ambos  están cicatrizados por cientos de senderos que conducen a lugares insólitos y de extraordinaria belleza. 

Robles, coníferas, hayedos, rebollares y encinares, pinos de todas las clases y bosques de ribera a orillas de un recién nacido Iregua. Cumbres casi inalcanzables, montes tapizados de árboles centenarios, barrancos y gargantas, desfiladeros y roquedales. Y entre medias caminos y caminos para ser recorridos a pie, kilómetros de senderos, de veredas, trochas y ramales que cuartean el Parque Natural de las Sierra de Cebollera y sus 24.000 hectáreas entre los términos de Villoslada y Lumbreras.

 Usted está aquí señalaba una flecha en un cartelón publicitario señalando a los viajeros el lugar en el que se encontraban en ese instante. Eran los doce del mediodía cuando aparcamos el coche y, bastón en mano, nos propusimos ascender los últimos peldaños que nos conducían hasta la ermita de Lomos de Orio. Sin darnos cuenta estábamos a 1450 m de altitud, en el corazón del Parque Natural Sierra Cebollera, rodeados de cumbres que superan los 2.000 metros, y entre bosques de hayedos y acebos, que nos invitaban a presentarnos ante un conjunto de edificios formado por la  ermita barroca del siglo XVII y la casa del santero.
 
Fotografía del autor Medusa Paca

Allí tranquila, sosegada y bajo el murmullo de las esquilas y fluir de los riachuelos nos estaba esperando la fuente refrescante y reparadora, en honor de su querida virgen y  construida en 1912 por la colonia riojana en Chile; Roberto Pajares, el “pájaro”, santero y cuidador de la ermita y artista-escultor y su esposa Araceli; y, dentro de  la ermita, la talla  románica del siglo XIII de la milagrosa Virgen de Lomos de Orios. 

Enclave precioso en el que los sonidos, los olores y los colores se nos han mostrado como una pátina fiel reflejo de lo que la Naturaleza muestra en estos días de comienzos otoñales: Infinitas tonalidades ocres, amarillos cobrizos, verdes aceitunos y todo esto amenizado con los arrullos del agua regatera y las esquilas-cencerros del ganado que pastorea por las extensas montañas de este valle formado por pueblos de hidalgos, emigrantes y trashumantes. 

Trashumantes merinos, vendedores de fina lana y fabricantes de paños en esa monumental edificación construida en el siglo XVII, con más de 2.000 metros cuadrados dedicados al lavado y confección de telas de lana merina y que contaba con 32 telares a mediados del siglo XVIII. Tan importante fue y tanta calidad produjo que, los obreros mozos hijos del pueblo, estuvieron exentos de cumplir el servicio militar por trabajar en la dicha fábrica de paños, mantas, capas, medias y otros enseres para el rea ejército español.
 
El recorrido se les ha hecho a los viajeros duro, muy duro. No importa, hemos regresado con el recuerdo de que La Naturaleza, a esta altura y con vértigo, nos ha hablado al oído y la hemos escuchado al invitarnos a descubrir este jueves la sonoridad de esta sierra ahora que ya se han ido los "pastores a la Extremadura y se ha quedado la sierra triste y oscura. Ya se van marchando y más de cuatro zagalos quedan llorando y ya se queda la sierra triste y callada". 

Y de aquí, de la Sierra de Cebollera, los viajeros se han traído para deleitarse leyéndolos  “Los Milagros de la Virgen de Lomos de Orios”

"Corría el año 1520, fecha memorable por las palpitaciones de alboroto yacientes en el corazón de España, y el estampido de la guerra por diversas partes que ocasionó el levantamiento de las comunidades, con grave perjuicio de nuestros compatriotas; volvían presurosos y llenos de júbilo, los pastores de Villoslada, que habían cuidado sus cabañas ganaderas en Extremadura durante la penosa estación del invierno cuando a su paso  por los Arañuelos pretendió entregarse al robo una partida de ruidoso bando. Imploraron aquellos la protección de Nuestra Señora, hicieron además un voto según el cual todo vecino que llegase a poseer sesenta cabezas de ganado, daría cada uno una cordera en obsequio de la Sagrada Imagen, y en sustitución por conveniencia, un celemín de trigo si quedaban libres de tan grave peligro. Hecha la plegaria, se vieron cubiertos se una densa niebla impedimento para poder ser vistos por sus contrarios. Este insigne milagro, fue la causa de la Caridad que llaman de `Corderas`, que dura hoy y se celebra el domingo primero de julio con innumerable concurso de los pueblos comarcanos". (Perteneciente al Archivo Histórico Municipal de Villoslada de Cameros. Descrito Por Yanguas Díez Martínez, 1910)

Fotografía del autor Medusa Paca

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