sábado, 19 de noviembre de 2011 in

El Palacio del Marqués González


El Palacio del Marqués González


No hay mejor forma de enterarse de los cimientos, entretelas y tejados de los pueblos, estén mayoritariamente habitados o minoritariamente deshabitados, que trasladarse a ellos, pasear por sus callejuelas, detenerse a hablar con sus habitantes, si son mayores mejor, adentrarse en la cantina, bar o tienda de ultramarinos y charlar sin prisa con todos y cada uno de los que allí hubiere o con los que pudieran llegar. Son estos lugares de comunicación, de fina crítica de lo que sucede en él, en la comunidad política y en la nación, de transmisión de noticias y hasta de adquisición de conocimientos históricos o de personajes, personalidades  y otros ministriles de las artes, de las ciencias y de las letras y hasta del espectáculo.

Esto le ocurrió al viajero la semana pasada cuando, en su ruta semanal, se trasladó a la vega de los ríos Linares y Alhama para visitar algunos de sus pueblos situados en sus descarnadas y yermas riberas.

Fueron doce kilómetros de trayecto desde que el viajero abandonó el lugar en el que se abrazan los dos ríos y que popularmente llaman “La Rate” y muy cerquita de “La Cueva de la Mora” que como narra G.A. Bécquer “Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la Reconquista”.

En este su andar el caminante se sumergió en la historia del valle del Alhama contemplando algunos de sus hitos monumentales y paisajísticos más significativos y deleitándose con el gorjeo de pardillos, jilgueros, cardelinas, verderones y verdecillos que, como si hubiesen sido educados, entonaban los sonoros  magistrales, cascabeles y timbradas, enlazadas, adornos, golpeados, marías y nidadas y, negativamente los agarres, rascadas, pinceladas, chíos y canariadas.

El concierto abandonó al viajero que, curso arriba del río y pasando de largo por la ciudad de tradición industrial alpargatera en la que confluye y se junta la raya de los tres reinos, que fueron de Castilla, Navarra y Aragón y por la que en tiempos operaron, fabricantes de márregas, alpargateros, hiladores, tejedores y cordoneros que hilaban, vitres y tejían lienzos, cáñamos, linos y telas de alpargata. Habrán observado, queridos lectores que el viajero se está refiriendo a Cervera del Río Alhama que, por su importancia, merece otro viaje y jornada.

Dirigiéndome hasta Inestrillas, final de trayecto, y faltándome un kilómetro para llegar tuve que pasar de largo, dejando a mano derecha la ciudad celtibera de Contrebia Leukade  que, en la historiografía antigua, tiene autores que ya nos la describen juntamente a sus pobladores y sus formas de vida: Estrabón, Apiano, Veleyo, Valerio Máximo, Anneo Floro, Rufo Festo y Tito Livio que la nombra al narrar el fin de la campaña guerrera llevada a cabo por Sertorio en el año 77 a. de C.


Y al fin, cumplida la distancia de catorce kilómetros desde el lugar donde se abrazan los ríos, llegué a Inestrillas y ya dentro del pueblo y visitando el Palacio del Marqués González una lugareña me transmitió: “ Está usted en el pueblo de Doña Francisca Marqués López –el viajero desconocía ese nombre- se trata de uno de los personajes más genuinos de La Rioja, famosa en el mundo de la canción y de la cinematografía, hija de Telesforo Marqués, natural de Añón (Zaragoza) y de Isabel López natural de Inestrillas (La Rioja), lugar donde residieron largo tiempo. Le estoy hablando, siguió informando mi interlocutora, nada más y nada menos que de Raquel Meller, Doña “Raquel Meller”. Paquita, siguió informándome, pasó su infancia, correteó, jugó, aprendió sus primeras letras y, junto a su padre, herrero de profesión y regidor de su fragua en la plaza del pueblo, quiso a su pueblo”. Claro que esto, añade el viajero, ocurrió por marzo de 1888.

Es posible que la informadora del viajero y Raquel Meller anduviesen al filo del abismo y el derrumbe por esa construcción civil del siglo XVIII que se alza al abrigo de la roca que acoge al pueblo, que lleva años de abandono y su fachada ya ha comenzado a desplomarse, me refiero al “Palacio” de Inestrillas, construcción singular que su maestro de obra, siguiendo los milenarios usos de edificación en la villa aprovechó para su edificación el farallón rocoso que aporta personalidad al pueblo y sustenta parte de sus construcciones, como la iglesia de La Natividad y con piedra, madera y adobe se levantó ofreciendo una fachada de veinte metros de altura y doce de largo.

Hoy me he acercado para inspeccionarla y comprobar que la casa, tras siglos de uso, en algunos momentos incluso como cárcel dejó, en la década de los 60, de estar habitada y he visto que aún se hallan restos de sus últimos moradores: muebles en la cocina, una cama, una silla de montar en las cuadras... Todo lo pude ver porque la puerta estaba abierta y me invitó a entrar, aunque con gran riesgo, el desplome es muy grande.

El viajero sabe y conoce que el rastro de las palabras es alargado. Inestrillas, antigua Finestrillas o Fenestrellas, es una prueba de ello. El nombre parece derivar de “fenestra”, ventana, y se debe a la cantidad de estos ventanucos que se abrían en la pared que da forma al pueblo. Su estado hace prever que las ventanas tardarán en cerrarse, su rehabilitación ha llegado a tiempo y esperemos que para siempre. El viajero se alegra y lo celebra porque en esta mañana otoñal he llegado a cogerle cariño.

Marcho y dejo atrás esa fachada en caída vertical de la roca en estado ruinoso que hace prever  su no recuperación porque según mi guía. “Nadie puede hacer nada para recuperarlo sin el consentimiento de los dueños”. Y ¿quiénes son y dónde están los dueños? Pregunta uno.

  Palacio del Marques González

Fotografías y texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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