viernes, 23 de diciembre de 2011 in

Y...mañana es NAVIDAD

Y...mañana es NAVIDAD


 Me gustaba como a Charles Dickens volver a casa por Navidad, así lo hice en innumerables ocasiones, siempre en vacaciones y siempre disfrutando de estas largamente, lo hice desde el internado del bachillerato y desde el colegio mayor en la universidad y siempre lo hice, es el tiempo, a través de paisajes invernales, por campos cubiertos por nieblas bajas, entre vericuetos y brumas, ascendiendo prolongados montecillos, oscuros altozanos al atardecer rodeados por espesas plantaciones de encinares, almendreras y viñedos de esa meseta castellana situada a las faldas de la Sierra de la Alcarama, donde el silencio de la noche se rompía por los silbidos helados de los vientos acariciadores de sus amplias dehesas.


 En esas fechas, como en estas, siempre me gustó escuchar el chirrido de sus goznes al abrirse, ver pasar los árboles en nuestro esperar y salir corriendo, como asustadas, las liebres brincando al vernos pasar. Siempre me gusto escuchar el repiqueteo o tañer de las esquilas de los rebaños de mi abuelo. Siempre quise ver, y lo conseguí, las grandes hojas de berza - Brassica oleracea-con las gotas de rocío heladas sobre  sus tallos de color verde característico. Y es que, ahora lo recuerdo, esto, aun siendo Navidad como hoy, ocurrió ayer,

He vuelto a casa porque ya está aquí la Navidad y como dice el villancico: “Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar”, ¡¡¡ ande, ande, ande, la marimorena, ande, ande, ande que es la Nochebuena ¡¡¡

Esta es la Navidad 2011 que me sugiere que en lugar de ser, como muchos señalan la Navidad de la crisis, ¡por favor no confundirse!,  me he encontrado, de verdad con la crisis de la Navidad, sentimiento angustioso que afecta a muchas personas, lo mismo que a mí, cuando llegan estas fechas oprimiéndoles la faja de los motivos.

A La Medusa le vienen al pensamiento infinitos recuerdos de su niñez, juventud y madurez, si es que uno llega a ser maduro alguna vez: Recuerdos de salir, después de la cena y antes de la Misa del Gallo, a pedir en cuadrilla el aguinaldo por todas las casas del pueblo; Recuerdos de escasos fastos y pocos gastos; Recuerdos de costumbres foráneas; Recuerdos gozosos de infancia, cuando todo era azul, la vida era un juego divertido y la Navidad -de gaita, gaiteros, baile de pastores, procesión y roscos, musgo, belenes, Magos y turrones- una fiesta muy larga y esperada; Recuerdos de las conversaciones de sobremesa en las que, en demasiadas ocasiones, acababan queriendo llevar todos la razón; Recuerdos de aquellos días y tardes en las que me dedicaba con los niños a poner el Belén; Recuerdos del sorteo de la lotería y de esperar que los diarios salieran a las calles con esa grandiosa sábana en la que figuraba la lista de todos los números, “cogidos al oído”, para comprobar que seguíamos en las mismas condiciones de precariedad y buena salud; Recuerdo de mi primera cabalgata de reyes que presencié en vivo; Recuerdo de aquel primero de año en el que mi pueblo amaneció con una nevada  de las de órdago a la grande, tal fue, que para quitarnos las legañas de la Nochevieja, nuestra madre tuvo que romper el hielo del agua depositada en la tinaja y cobijada en ese cuarto, dentro de la estancia principal, que más bien parecía una nevera; Recuerdos cuando el tío Francisco, pastor de toda la vida, me hizo saber cómo se confeccionaba una zambomba; Recuerdos de cuando, siendo una tradición desde el año 1630, se prohibió que los gaiteros pudiesen tocar dentro de la iglesia del pueblo; Recuerdos de aquellas Navidades de penurias, crisis, tan fuertes o más que las de ahora y que parecen ser consustanciales a las fechas; Recuerdos de no dormir la noche de Reyes, creérnoslo todo y ser felices aunque solamente nos dejaran el esfuerzo de los padres;  Recuerdos de sueños de gasto y consumo, revueltos entre luces de neón, lentejuelas, trineos, renos en busca de esa felicidad que, aun siendo imposible, para nosotros fue posible.

Hay más recuerdos y muchos más deseos que dejo en la despensa del recuerdo. El recuerdo emergente de ahora en mi memoria se ha quedado clavado recordando aquellas Navidades de Dickens, que bien pudieron ser las nuestras, en las que los pobres eran muy pobres y hambrientos, los ricos muy ricos y avariciosos, los fantasmas muy reales, la nieve muy fría y los niños muy tristes.

Claro que Dickens, al final, hacía solidario al avaricioso, feliz al triste, saciado al hambriento y daba calor al que tenía frío, como sólo pasa en la ficción novelesca y en los cuentos de peseta. Desgraciadamente es más real o tan real como aquello el villancico que nos enseñó y cantaba mi madre:

“Madre en la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello,
el pobrecito está en cueros
y dice que tiene frío.
Anda, dile que entre,
se calentará,
porque en este mundo ya no hay caridad,
y el que la tiene no la quiere dar”.

FELICES NAVIDADES PARA TODOS.


PD. La Medusa Paca descansará hasta el día de Reyes en el que se comerá con ustedes el Roscón.

 Fotos y Texto de La Medusa Paca. Copyright ©

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