viernes, 20 de abril de 2012 in

La Uva Jumillana


La Uva Jumillana


Volver a Cartagena en Semana Santa siempre recupera ánimos, reconforta espíritus y esponja recuerdos. Esto es lo que le ha sucedido a la Medusa en los pasados días del Triduo Santo cuando, deseosa y ávida de recuperar sensaciones pasadas,  al rebujito de un vermut de barril acompañado de ese buñuelo de bacalao, se acercó como antaño a disfrutar en esa antigua bodega, fundada en 1909, que me la he encontrado rejuvenecida aun manteniendo ribetes musicales de aquellos Suspiros de España que, según me han contado, se compuso en aquella La Uva Jumillana, vieja bodega, a la que acudieron, para salir “reparaos”, desde Lola Flores hasta Camarón y tantos otros. 

Recuerdo que fue una tasca a la que se acudía, acudíamos personas de todas las edades, clases y condiciones, desde militares con y sin graduación, más éstos, aunque también los otros, hasta jóvenes, políticos, pintores, poetas, empresarios, procesionistas, marineros, viejos lobos de mar y nostálgicos, para tomar chatos, reparos, lágenas o palomas acompañados de buñuelos de bacalao, michirones, bienmesabes, quisquillas del 7 y montadito de magra con tomate, tradicional de esta bodega por aquel entonces se pedía al grito de “ponme un Taibilla”.

Nada más traspasar la puerta y poner los pies en esos 65 metros cuadrados me llamó la atención el suelo de esta antigua y ahora remozada taberna. Son 24 mosaicos diferentes, que, según me contó Miguel García, fueron  rescatados de edificios antiguos de la ciudad, comprados algunos y otros regalados. Me sorprendió el del aseo, rescatado del edificio en el que estaba el restaurante Tino de la calle Escorial. Miguel debió jugarse el tipo para subir a verlo pero “mereció la pena porque es impresionante”.

Aquí, me doy cuenta, todo tiene su propia historia: el suelo, el techo y hasta la puerta del baño. “La puerta del baño me la traje de una casa que estaban tirando en la calle Cuatro Santos”. Es espectacular, al cruzarla me trasladé a otro mundo, a un aseo de una casa particular del siglo pasado. La puerta tiene incluso una mirilla circular y el picaporte, un “timbre” de los antiguos. Y toda ella, dentro de sus múltiples detalles que La Medusa pudo disfrutar en la nueva Uva Jumillana, presidida y protegida por el medallón del Sagrado Corazón de Jesús.


La Medusa no pudo resistirse ante la muestra, ya lista, que mostraba la barra. Sorprendida por la madera coronada por el mármol blanco de Macael, igual al que había en La Uva a principios del siglo pasado, según pude ver y comprobar en una histórica foto del local. Estupefacta ante el modo de finalizar la barra cono esa escupidera reminiscencia de todos los bares del siglo pasado. Y cautivada por esos grifos de cerveza, esculturas de Sáenz de Elorrieta. No podía ser de otra manera y es innegable que, la bodega, sacristía y púlpito del procesionista, no tenía otra opción de homenajearlos que referirse, decorativamente a ellos, con la creación de  los grifos de cerveza en sus geniales capirotes.

Allí, después de aliviarnos, debo aclarar que Paca acudió  acompañada de su esposa, hijos y de sus nietos Marcos y Vega, con unas buenas raciones de  consomé con pelotas, huevos duros con sal y pimienta, empanadillas fritas caseras, alitas de pollo, patatas bravas, callos y quisquillas del 7, nos apostamos en este rincón imprescindible desde el que disfrutar de la procesión.

Mis acompañantes dejaron en mis manos que la elección de este lugar imprescindible la hiciese mi experiencia. Así fue y recordando que jamás, siendo joven, había presenciado el paso de los tronos en otro lugar distinto, decidí elegir la comunmente conocida en Cartagena como “Curva de la Uva”, allí en plena calle Jara y junto a la bodega de la que toma su nombre. Queríamos desde este singular rincón comprobar por qué en la singularidad del trazado de la calle, con su doble curva, se nos permitía contemplar al procesionista y al trono en todo su esplendor, alabar o criticar las pequeñas faltas del desfile. 

Allí nos quedamos arropados por las bufandas moradas de los Marrajos y las rojas Californias analizando al milímetro el transcurrir de la procesión del Prendimiento y estudiando con detalle el devenir de la procesión del Santo Entierro para luego, de nuevo, entrar en La Uva y reparar el cuerpo con un “Combo” de torrijas con chocolate que nos resucitó, mientras otros decidían con un “Bolín”.

A La Medusa, entre “Bolín y Combo”, todavía le dio tiempo a reflexionar sobre el escrito que, La Junta de Salvación Pública de Cartagena, dictó el 12 de agosto de 1873.


Fotos y texto La Medusa Paca. Copyright © 

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