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lunes, 28 de enero de 2013 in

Desvelado en su blancura



DESVELADO EN SU BLANCURA


Hoy La Medusa no tiene ganas, está como un tanto destemplada, como dejando pasar el tiempo, esperando.  Y su malestar va acompañado de frío. No sabe lo que le pasa, o sí. Es por ello que acude al baúl de sus recuerdos, busca una fotografía de cencellada que, inmediatamente, le recuerda ese poema de Alberti “Un desvelado en su blancura” que, ni pintiparado, acomoda este espino encontrado en la senda de mis matutinos paseos. Aquí quedo, en espera de que reparen la máquina y vuelva a irradiar energía.




Foto de mis paseos por el camino de Río Madre, Villamediana de Iregua.

Un papel desvelado en su blancura.
La hoja blanca de un álamo intachable.
El revés de un jazmín insobornable. 

Una azucena virgen de escritura.
El albo viso de una córnea pura.
La piel del agua impúber e impecable.
El dorso de una estrella invulnerable
sobre lo opuesto a una paloma oscura.

Lo blanco a lo más blanco desafía.
Se asesinan de cal los carmesíes
y el pelo rubio de la luz es cano.

Nada se atreve a desdecir al día.
Mas todo se me mancha de alhelíes
por la movida nieve de una mano.

Rafael Alberti: Entre el clavel y la espada, 1940.
La Medusa Paca. Copyright ©

viernes, 25 de enero de 2013 in

Añoranza



Añoranza


La Medusa Paca, ha querido revivir hoy, junto a la nieve, su infancia. La infancia del paisaje nevado, de la algarabía de cuando éramos niños jugando con ella en el patio de la escuela y ver rostros de sorpresa en las ventanas anunciando que algo extraordinario sucedía. Hoy La Medusa ha querido evocar el poder hipnotizante que la nieve tiene y su capacidad para embellecer el paisaje más humilde y hasta las tierras más míseras engalanadas con su manto.

Hoy deseo acordarme de esos campesinos de pueblo que,  tras un primer momento de alborozo, se sintieron amenazados por la imprevisibilidad andante después de aquellas largas nevadas. ¡Qué mérito tuvieron y tienen aquellas gentes! Sí, aquellos campesinos acostumbrados a sufrir penurias y calamidades todo el año. Por eso se hicieron resistentes. Entonces no era noticia que un pueblo quedara aislado por la nieve ventisqueada. Era lo natural. Sobrevivieron a base de leña, fuego y despensa,  manteniéndola llena de provisiones, de agua y leña, por si el manto blanco les sepultaba. 

Hoy, que ha nevado, la imagen de la nostalgia se acerca hasta mis ojos tratando de añorar, con la caída de los primeros copos, recuerdos de mi infancia. Y escuchar de nuevo, cuando el temporal dé una breve tregua y el manto comience a regalar, el gran silencio del monte nevado, roto apenas por el ruido callado de mis pasos y honrarlo con los “Versos y oraciones del caminante”, de León Felipe en su poema REVOLUCIÓN:

Siempre habrá nieve altanera
que vista el monte de armiño…
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.

Y siempre habrá un sol también
un sol verdugo y amigo
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del rio.


Texto y Fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

miércoles, 23 de enero de 2013 in

Nieva



Nieva


Ahora, ya está nevando.
Nieva en las montañas,
nieva en el campo:
nieva la gracia de Dios.

Hiela en la aldea,
hiela en la calle:
nos llevan todos los demonios.


 Nº 6-PRJP. Villamediana de Iregua, enero 2013.

domingo, 20 de enero de 2013 in

Labor campestre



Labor campestre


Siempre recordaré esa palabra aprendida del oficio de la vida del pastor, me refiero a esa labor campestre en la que los pastores-agricultores cortan esos ramojos para apacentar los ganados en tiempo de muchas nieves y tiempos frios o al ramoneo resultante de los olivos y otros árboles. Me refiero a esa palabra que tiene sonido y alimento, y es tan dúctil, maleable, fácilmente deformable, acomodadiza, de blanda condición y tan condescendiente que hasta nos permitía, siendo niños, construir bastones, cachavas o cayados y hasta esas varas largas que todos los niños, al salirse de la escuela, regalábamos a nuestro maestro para que tuviese provisión y le sirviera para palmotear a todos esos alumnos que su comportamiento no tuviese la cualidad de la excelencia. Eran varas dobladas en sus puntas y adornadas con círculos salidos de ese  corte simétrico hecho a su corteza a punta de navaja.

Eso es lo que pensé la otra mañana en Villamediana de Iregua cuando, trasladándome en el autobús urbano, contemplé sobre una pradera cómo se calentaban, alrededor de un fuego, dos perros y dos pastores con frío en el sosiego de ramonear los olivos para el forraje de sus ovejas, después de haber sido ordeñados de sus aceitunas, como se hacía con la luna en cuarto creciente para que diera el olivo rebrotes más largos.  

Eran las once y media de la mañana de un día helador cuando apareció a mi derecha, sobre el monte de los templarios y sobre bancales, un prado adornado de olivos y formando esa hermosa estampa campestre: dos hombres con alguna prenda roja, sobre el verde aceituno, y dos perros blancos, al calor de una fogata, en un descanso de la poda de unos olivos muy voluminosos y tranquilos, como si estuvieran acostumbrados a estas podas de todas sus ramas principales, sin compasión, hasta dejarlos desmochados como a esa cabra mocha del rebaño sin cuernos. Aquí se acostumbra que una mocha caprina conviva con la piara de ovinas.

Es la faena agrícola y pastoril propia de estas alturas del año: poda para obtener el forraje del ramón y así forzar el rebrote de la primavera.

En principio, me enfadó la escena, ¿todavía estas podas tan drásticas?, pero al ver que era para el ganado, lo pensé de otra manera.

Tiene nobleza que una vida alimente a otra.


Texto y Fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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