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jueves, 28 de marzo de 2013 in

Ya huele a incienso



Ya huele a incienso


La Medusa está en Cartagena y… huele a cera por las calles de la ciudad, y a incienso, o casi. Ya está aquí. Después de volver de la esquina del invierno. Sí, la semana, con sus siete días de penitencias, penumbra, sonidos de tambor y el tañer de cristales regocijados repicando en los hachotes. Ya está aquí la semana aliviada con música y con caramelos. 

Ya están los devotos del Prendimiento haciendo cola para sacar la papeleta de sitio, y eso es lo bueno que tienen las procesiones: que, aún habiendo multitud, siempre hay plazas disponibles. Ya están los devotos del Cristo del Socorro infinito planchando sus túnicas moradas de estameña, verdugo negro y cíngulo de cáñamo, atuendo de ringorrango y majestad.

Ya están los músicos marciales sacando brillo a sus instrumentos de metal, madera y viento y el Perico pelao sonando. Ya están los granaderos cepillando sus morriones y sacando lustre a sus entorchados y charreteras. Ya están algunos judíos dejando reluciente su coraza de centurión romano, su espada imperial y su casco con penacho de plumas ondulantes. Ya sueñan los portapasos con su epopeya hercúlea, al ritmo de los trombones y al son de claridad de los clarinetes. Y de los tambores. Ya queda poco. Ya queda nada. Ya se huele la cera. Ya se huele el incienso. Esto ya huele a gloria. 

Saliendo del Barril me veo obligado a desviarme, atajando por el callejón de la calle Medieras para cruzar a toda prisa, y situarme en la  Plaza de San Sebastián porque en unos instantes entrará majestuoso en ella el trono sobrecogedor, portado por portapasos vestidos con túnica de raso, color gris plomo, del Cristo de los Mineros inundando de esplendores penitenciales la plaza.

Ya está ahí. Ya se huele. Todo llega, procesionistas: las largas madrugadas errabundas, el calor litúrgico de los cirios, la luna de plata reflejada en los candelabros de plata, la algarabía barroca y el silencio penitencial de la perspectiva cónica de los capirotes... Inolvidable. Cada detalle resulta inolvidable. Y en un balcón de Puerta de Murcia una saeta compite en desgarro melodramático y ayayay. 

Y al marchar contemplo, como a la puerta del templo de Santa Mª de Gracia, la furgoneta del florista descarga rosas y claveles, lirios y tulipanes, azucenas puras, rosas de color vainilla y orquídeas pecaminosas para que el próximo desfile luzca. 

Ya está aquí. Ya llegó. La Semana con sus noches. Buena suerte. Y ánimo, ¡Procesionista!, que sólo quedan dos.

Texto La Medusa Paca y fotografías  Abel F. Ros: Qapta.http://qapta.es/ Copyright ©

domingo, 24 de marzo de 2013 in

Aquella mi Semana Santa



Aquella mi Semana Santa


Recuerdo aquellas Semanas Santas de los sesenta y de algunos años más atrás, encrespadas de negros de pena, duelo y uniformes de Guardia Civil de gala. Se me decía era tiempo de recogimiento y oración; días de penitencia. En el centro de la cocina y de la mesa camilla se lamentaba la radio invitándonos a olvidar los asuntos terrenales. Se cerraban  los cines y las iglesias se abrían y su interior mostraba las entrañas repletas de luminarias sobre montañas de guadamecíes dorados o plateados, rematadas siempre por una joya cristalina dorada, misteriosa y sacramental. 

Recuerdo la calle hacia la iglesia, trasvase de idas y venidas, vaivén de mujeres a las que el luto, como a Carmen Sotillo, la de Cinco horas con Mario, les sentaba bien y caballeros, aún en edad de merecer, vestidos de domingo.  Recuerdo aquel trasiego piadoso a la capilla en la que se instalaba el Monumento. Recuerdo un huracán de niños, oliendo a incienso, animando el silencio entre el respeto y el desdén, roto tan sólo por el pregón del predicador Corazonista y el chasquear de sonoras carracas agitadas en el aire por aquellos monaguillos vestidos con sotana negra y roquete blanco. Recuerdo como todo el pueblo, me parecía una multitud, se echaba a la calle, visitaba el Monumento para rezar entre robustos hachotes y, sobre todo, recuerdo como se hacía tiempo a la salida de la procesión. Caminatas sin principio ni fin. Como en Grávalos no había cine ni teatro recuerdo que éstos no tenían que cerrarse. Tampoco los prostíbulos, al no existir, tenían la necesidad de quedarse vacíos. Solo existía la radio, esa radio con sonido moribundo y abierto a la música clásica ininteligible que invitaba a imaginar escuchando el aria o el coral de la Pasión según San Mateo, o los dos. 

Recuerdo como en mi pueblo se cerraba el único bar que había y si el último lugareño se resistía a abandonar su rincón o su vaso se le expulsaba sin atender razones, invitándole a salir, participar o mirar, ya a la caída de la tarde, ver pasar a unos santos custodiados por “taramoscos” o trabadores bien colocados.
Las procesiones de Grávalos eran, e imagino seguirán siendo, austeras, sin lujosos sudarios y sin tribunas solemnes. Los anocheceres eran cárdenos y todo discurría a lo largo de barbechos y besanas, de macilentos muros, de estrechas callejuelas y entre casas derruidas, hondos suspiros y pardas estameñas y frías, casi heladoras noches si andaba el cierzo. Había cruces, según el peso de la culpa, algún pie desnudo, ojos apenas entrevistos más allá del capuchón que daban respeto y, en muchos casos, hasta miedo que hacía temblar a los chiquillos. 

Y recuerdo que, poco a poco, todo aquello cambió. No del todo, pero mudó. La Medusa no deseando la mudanza hoy prefiere  aposentarse en los tiempos de Larra, tiempos en los que se oía misa cada día, se trabajaba los de labor, se paseaba la tarde de los de guardar, se cortejaba hasta las diez y se estrenaba traje el Domingo de Ramos y no en una Semana Santa como si fuera un fin de semana prolongado.

Texto La Medusa Paca y fotografías Abel F. Ros: Qapta.http://qapta.es/ Copyright ©

viernes, 22 de marzo de 2013 in

¿Por qué te llaman Dolores?



Ya está ahí, ya vuelve, ahora, el paso de Dios.
En Cartagena, ¡ay Cartagena!, de Dolores a Pascua, el tránsito de Dios se hace imagen y callejeo. Transita la Virgen en congoja y en dolor, ¡"ay, dolor, dolor, por su Hijo y mi Señor¡".
¡Que se haga el silencio por encima del fragor de las cosas...! ¡Que se detenga el ruido de las máquinas y se amordace el griterío de los hombres, entre despavoridos y enajenados...! ¡Que se haga el silencio y se oiga el paso de Dios...!



¿Por qué te llaman Dolores?

¿Por qué te llaman Dolores
si es alegría tu cara
como un manojo de flores?

Si al brillar tus ojos moros
es gozo que al alma llena
y se filtra por los poros.

Si en tus labios tienes fuego
que en vez de quemar de pena
de placer nos deja ciegos.

Si en la noche de tu pelo
son claveles las estrellas
que brillan sobre ese cielo.

Si al respirar, en tu pecho
quisiera apoyar la cara
como en el más blando lecho.

Dolores, sí, de pasión
que es tan grande tu belleza
que hiere en el corazón.

Dolores, sí, de ternura
tu amor, sería grillete
y esclavitud de dulzura.

¿Por qué te llaman Dolores
si eres obra celestial
para prender los amores…?

Nº 06-PRJP. Santiago de la Ribera, marzo 2013. En la semana de Dolores


Texto La Medusa Paca y fotografías Abel F. Ros: Qapta. Copyright ©

martes, 19 de marzo de 2013 in

El sueño de un Potaje de Vigilia en el restaurante de un balneario, todavía, sin inaugurar





El sueño de un Potaje de Vigilia en el restaurante de un balneario, todavía, sin inaugurar


Hoy, no va a ser, le hubiera gustado a La Medusa acercarse hasta Grávalos para que le hubiesen podido servir en el restaurante de su balneario, balneario todavía por inaugurar, ese potaje que ella está acostumbrada a tomar el miércoles de ceniza y cada viernes hasta que termina la Semana Santa. Me refiero a ese gran clásico de la cocina gravaleña que no necesita ser reivindicado porque aquí todavía se sigue cocinando y degustando. Me hubiera gustado tomarlo a mis anchas, sobre manteles de hilos y en un apartado junto a los míos, mi mujer, mis hijos y mis nietos. Y poder decirles que ese guiso placentero no ha variado con el tiempo, que sigue cocinándose según la receta tradicional, como debe hacerse. Pero no va a ser.

Me hubiera gustado acercarme y sentarme como si estuviese en una tasca. Más que un sacrificio hubiera sido todo un placer. Me hubiera gustado soñar con la antiquísima mezcla de garbanzos, bacalao y berza, sin olvidar el huevo duro picado con cariño por encima. Me hubiera gustado soñar como si fuese fiesta de guardar con ese Potaje de Vigilia para que hiciese las delicias de mis acompañantes. Potajes hay muchos y muy diversos, pero de vigilia sólo uno, al que, aunque humilde, se le abren ahora todas las puertas para frecuentar elegantes salones y sencillas tascas, y en todas partes es bienvenido.

Me hubiera gustado que la varita mágica del cocinero de ese restaurante, ya inaugurado, nos lo hubiese presentado en sopera para que los comensales hubiesen repetido cuanto el apetito les solicitase, o en puchero para que los poco iniciados disfrutaran del guiso y que pudiese decirles a todos ellos que un potaje bien merece una misa. 

Me hubiera gustado que por sus cocinas anduviesen las manos abriendo cajones en busca de esas viejas recetas de cuaresma a poner en práctica, que ahora no me acuerdo si al potaje se le echa orégano o comino, si los ajos se machacan crudos o se sofríen y después se majan en el mortero con pimentón y pizca de aceite. Anda la memoria queriendo recordar cómo era aquel secreto de mi madre cuando preparaba el potaje de vigilia y tampoco puede ser. 

Me hubiera gustado, después de comer, salir a la calle y ver como el sol, desde el mirador de los almendros, rompía en sazón abriendo de un beso la flor de los allozos. Me hubiera gustado sentir como el aire huele a Virgen Humillada y escuchar que todo lo que por a la brisa acompaña es una música de vida que embebe, que enamora y me hace volver al tiempo de todas las memorias. Pero en ese revuelo de restaurante de balneario no abierto y en ese alboroto del aire cuajado de blancas y olorosas mariposas posadas en las blancas y rosadas flores de la arzolla hay un lamento sin voz sostenido por el cierzo más gravaleño. 

Como no va a poder ser, el viajero queda soñando y pensando que tampoco esta  primavera será -no puede serlo-, ¿por qué? Si, la primavera ya está aquí unida a toda esta explosión de luz, de color, de olores, de sonidos, de sabores, de vida. No va a poder ser tomarme ese potaje de vigilia y bien que lo siento. 

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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