martes, 4 de febrero de 2014 in

Mi burro plateado o pardo




Mi burro plateado o pardo


No sé por qué, pero Buñuel y Dalí llamaron a Platero “el burro más odioso”. Sí, y a pesar de sus críticas, fue y está siendo la obra más famosa de Juan Ramón, que ha conocido mil y una ediciones y ha superado la prueba del tiempo.

Para mí las ediciones de los libros, cualquiera que sean, son tan bellas como un amanecer en el lugar que ustedes deseen colocarlo, me da igual sea junto al Kilimanjaro, en las cataratas del Iguazú, junto al atolón del Pacífico junto a los molinos de Crispín y La Calcetera de ese rincón con encanto que es el Mar Menor. No seré yo quien contradiga esos deseos.  Pero la verdad es que para mí no hay paisaje en el mundo tan hermoso como cualquier “editio prínceps” de alguna de las obras literarias que más me gustan. Entre ellos está este Platero y yo que tengo ahora sobre la mesa, publicado en Málaga por Grupo Editorial 33 en Diciembre de 2013 y enriquecido por unas preciosas y delicadas ilustraciones de Idígoras y Pachi. Diré que es una edición conmemorativa de los cien años de la primera impresión. Digo que me la regalaron, no sé si mis hijos María y Alfonso o mi nietecito Alfonso Del Castillo Jiménez. Nunca lo sabré, o sí. Me da igual, estoy muy feliz, lo agradezco y es lo que vale. 

Para mí Platero y yo no fue  ni es solo una “elegía andaluza”, sino una conjunción afortunadísima de celebración de la infancia, melancolía temperada por la alegría de estar vivo, crónica de un pueblo onubense y mensaje de naturaleza. En líneas arriba he escrito que a Dalí y Buñuel, surrealistas patrios rebeldes, la síntesis estética de Platero y yo les pareció una especie de horror y regresión cavernícola. Todo el mundo, forma de entendernos, recuerda aquella carta que dirigieron a Juan Ramón en 1928, diciéndole entre otras lindezas, que su Platero era “el burro menos burro, el burro más odioso” con que se habían tropezado. Estos nuestros niños terribles fueron injustos, también cuando arremetieron contra el Romancero Gitano el mismo año  en que enviaron su carta al maestro de Moguer. Pero la literatura está llena de injusticias e incomprensiones, de modo que a los numerosísimos lectores que adoramos a Juan Ramón y amamos a Platero, no nos importa en absoluto que el animalito sea un burro tan poco asnal y nos traen al fresco ultrajes tan improcedentes.

Para mí Platero y yo es un libro para niños. En el sector del libro se vende como tal. Y,  sin embargo, en este conjunto de estampas unidas por la figura del burro Platero que un niño impresionable a duras penas podrá soportar, y muchas otras que están más allá del ámbito del interés infantil. Por eso, siempre que lo leo, lo concibo como una serie de impresiones de la vida de una ciudad, la ciudad natal de Juan Ramón, Moguer, en Andalucía, como la veía un adulto que, siendo un poeta de gran sensibilidad no perdió el contacto con la inmediatez de la experiencia de la infancia.


Yo a Platero lo siento como un niño grande, como un compañero, casi como un amigo, y que al mismo tiempo no es nada más que un animal con deseos de animal y terquedades de animal y yo, como Juan Ramón “lo sigo prefiriendo, para todos los días, a cualquier otro amigo…porque tú me das la compañía y no me quitas la soledad y al revés, me consientes la soledad y no me dejas sin compañía”. Así que, Pincho, ya sabes, el Yayo piensa fuiste tú el que me regalaste esta hermosa edición. Desde ahora y cuando lo tome en mis manos para leerlo, o simplemente contemplarlo te seguiré dando un besito en agradecimiento porque esa lectura, viendo las ilustraciones de Idígoras y Pachi, trasladará al Yayo a esas sus primeras lecturas, allá en su infancia, o adolescencia cuando las asociaba a unas páginas de algodón, poco memorables, y casi inocuas, pero que las posteriores, más allá de ese uno de febrero de 2014 desvelarán una hermosa y difícil sencillez y esa secreta complejidad de la cercanía. Ten en cuenta y aprende, también tus primitos, cuando ya leáis, que ahí, en ese libro tan emblemático, hay una lección hermosa y madura que puede tenga mucho que ver en ese escribir y soñar del viejo abuelo. Un besito y gracias por trasladarme hacia la ternura junto a tus primitos Marcos, Vega y Millán. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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