You Are At The Archives for junio 2014

domingo, 29 de junio de 2014 in

ES VERANO





Es y vienen meses de fiesta, de vacación. Vacación, en la lengua que suele el pueblo fablar con su vecino, es vacar a lo que no nos es obligado por oficio o costumbre. La cultura británica tiene, para el vacar, una bella expresión, recuerdo de tiempos rituales antiguos: holidays: días de fiesta, días santos, holy, sacros. Hoy, en término individual, lo señalaré como tiempo personal, propio, íntimo. Los eternos temas serán, al final de la vacación, más o menos, los mismos. Y los no eternos tal vez se harán más insistentes y hasta más agobiantes. Tiempo, vida, habrá para ello, si Dios quiere. Así que el ventanillo se entorna y queda como en penumbra hasta el 1 de septiembre:

ES VERANO

La arena es como amarronada y, en la varada pileta,
soltamos de vuelta de la playa su polvillo
para refrescar la luz soleada en nuestro cuerpo.
Todo debe esperar, también el tiempo.
En los efímeros días de verano
tú, vosotros y yo somos afortunados frente al mar.

PRJP. Nº 8 En Garnacha, Santiago de La Ribera, cuando el verano del 2014 ya está aquí.

Texto y fotos  La Medusa Paca. Copyright ©

lunes, 23 de junio de 2014 in

En la noche de San Juan todos vienen, todos van




En la noche de San Juan todos vienen, todos van


En ciudades y pueblos hoy toca disfrutar de la noche más corta del año en la que el fuego de las hogueras iluminará plazas, calles y playas en medio del ruido de los petardos y fuegos artificiales. Será una noche menos noche de lo normal y la luna, sólo en menguante, iluminará los cielos aunque solo sea con un cuarto. Es la noche de San Juan y debes poner muérdago bajo la almohada para que tus deseos se conviertan en realidad, pasar, saltar, danzar por encima de la hoguera, arrojar al fuego una trenza hecha con flores o cintas de colores, lavarte la cara a medianoche sin mirarte al espejo, poner bajo la almohada una rama de hiedra común y un papel blanco con un mensaje positivo y, también, hacer una cruz en los árboles. Entre tanto quedo preparando una tortilla de chorizo con la que he de merendar y cuajando esa leche frita mientras me dejo tentar por un goloso arroz con leche  y esas natillas colmadas de canela, suspiros y galletas “maría” con los que voy a endulzar mi tarde frente al Mediterráneo.

En la noche de San Juan todos vienen, todos van

En la noche de San Juan
todos vienen,
todos van.

Los encantos del solsticio
rebosan de luz carnal.

Se abren puertas invisibles
y sueños de par en par.
Florece la hierbabuena,
la luna y el manantial.

Muere en la hoguera lo viejo.
Lo nuevo naciendo está.

Y saltamos las hogueras
liberándonos del mal.

Mañana, el sol sobre el mundo
danzando amanecerá.

En la noche de San Juan
todos vienen,
todos van.

PRJP. Nº 9 En el Condado de Barcelona en la tarde-noche de San Juan del verano 2014.

Texto y fotos  La Medusa Paca. Copyright ©

miércoles, 18 de junio de 2014 in

Tarde regalada









Tarde regalada

Recuerdo cuando las nubes se asomaban atraídas por un viento bochornoso y los truenos lejanos empezaban a sonar como un tambor destemplado, poco a poco retumbando más cerca y cada vez menos espaciados. Casi siempre era a la hora de la sobremesa, cuando el pueblo estaba a punto de hacer la siesta. Era entonces cuando las malvas de las cunetas del “Puerto” estaban lacias, lo mismo que las plantas de los  huertos y las clavelinas del balcón. Era cuando las arañas, nerviosas, abandonaban sus telares tejidos en los rincones del portal. Todo esto era en mi pueblo, en Grávalos, señales de lo que se acercaba. No fallaba. Siempre una calma sospechosa cubría al pueblo, rota sólo por el zigzagueo de los chillones vencejos, volando cada vez más a ras del suelo. Ni una brizna de aire. “Se acerca tormenta”, oíamos comentar a los mayores sentados en los poyos de las puertas.

Recuerdo que la tormenta, después de un ventarrón helador, como  nórdico, terminaba de arrojar agua, cesaban los rayos y los orquestados truenos quedaban silenciosos. Y era entonces cuando, melódicamente organizadas, las ranas de la balsa del Calvario, que había recogido toda el agua caída, se ponían a croar, las ovejas y corderillos del cercano aprisco a balar, los perros a ladrar y una pareja de mulos, de la cuadra casera, a relinchar. Y es aquí cuando recuerdo que los sonidos de las noches y días de mi infancia siempre fueron el croar, el  ladrar, el balar y el relinchar, bueno, también el grillar de esos ortópteros insectos, Acheta domesticus, escondidos en las rendijas de las paredes de la casa o camuflados en los desaguaderos, y también ese maullar de los domésticos gatos andando por los tejados como intentando cortejar en las frías noches de invierno. Todos estos sonidos siempre me fueron, ahora también, cercanos unos y otros, los más, como salidos en la lejanía. 

Y mientras pierdo la soledad, que es la que escribe, recuerdo a esos hombres-agricultores, peones y amos, mayores y jóvenes, boina calada, mejillas rudas, surcadas y sin afeitar, cigarro de cuarterón en boca unos y otros esos “caldo gallina” selectos y ya liados. Siempre la evocación es en su hablar de cosechas, siegas, trillas y ganado y haciendo el repaso del día en el portal de la casa, estancia llamada entrada, esperando la hora de la cena y alumbrados por una pobre bombilla, cuando la luz no había cesado por el resplandor de la tormenta. 

Y, entre tanto, mirando con mis ojos infantiles, les escuchaba sin entender nada, pero sus palabras me producían placer. El placer de estar viviendo como en una vida regalada. Y, al mirar con vuelta atrás, siempre recuerdo a Vicente, casi tirado en la acera, con la boina echada hacia atrás, apretando entre sus dientes esa colilla de cigarro fabricado con finura tosca y metido en boquilla de ébano, mientras su blanca cabeza contrastaba con sus mejillas abrasadas, morenas y sonrientes, al tiempo que me hablaba mientras me acariciaba: “mañana hará un buen día y podrás acudir al tajo a traernos el almuerzo, el taco, la comida y la merienda. Todo en uno. Y es que al tener que levantarse con el alba para cubrir la jornada de sol a sol no tenían otra que hacer esas cuatro comidas en plena faena y, si se descuidaban, hasta estaban obligados a echarse a pie de fascal. 

Y fue en esas noches estrelladas y cálidas, mientras, después de la descarga y la tierra desprendía fuego, cuando Javier, hombre joven y hasta cultivado, me señalaba la más brillante de las estrellas del cielo sin saber cómo llamarla. Ahora que mi vida ya no es regalada, o sí, sé que aquella estrella tan brillante era el Lucero del Alba. 

Y allí quedo, intentando disfrutar con las estrellas al tiempo de encontrar palabras. El cielo aclaró. Retumbó un trueno largo y muy lejano, como de temporal. Movió el viento haciendo pequeños remolinos huracanados en el polvo del camino de “Fon-podrida”, al tiempo que los ocetes sobrevolaban, haciendo círculos, esa calle por encima de unos cables portadores de luz tenue. Y vencejos, golondrinas y hasta las palabras salieron volando igual que las torcaces del campo de al lado aleteaban cuando abría, como un ala, la puerta de ese querido balcón que luce al patio. Y es que la Naturaleza se quita, como las moscas, los dolores a manotazos. ¿A qué sí? Vale.

Texto y fotos  La Medusa Paca. Copyright ©

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores