Nubes
¿De dónde,
ligeras, pesadas, blancas, grises, pasajeras del cielo, amantes del viento,
vosotras nubes? ¿Qué sería de los cielos sin vosotras a quienes desgarran las montañas
y a quienes tan dulcemente se entregan lomas y cerros? Cuando va vuestra sombra
sobre los llanos, cuando se pliega sobre los barrancos, cuando parte en claros
y oscuros los trigos, cuando bajáis tremendas, o graciosas subís, subís,
vosotras nubes, nostalgia de la tierra, ligeras desterradas, apresuradas
amantes, cuyo besar nunca es largo, cuyo destino es tan humano que está
pendiente del primer viento.
-Ya están ahí
las nubes, dice mi agricultor. Y vuestra enorme presencia muda, llenando el
cielo, añade no sé qué misterio a la vida. Ya están ahí las nubes.
Es un ligero
humo blanco primero, tenue, casi invisible, un algodoncillo sobre la sierra que
se confunde con la nieve, y luego unas manos inmensas que van palpando el azul,
estrujándolo, ciñéndolo, abriéndolo en grandes lagunas por donde se escapan los
ojos.
-Ya están ahí
las nubes.
Y las nubes, como los enamorados, se hacen
huidizas con el deseo e impertinentes con la abundancia. Pero su presencia
llena como su nombre, como su fecundidad. Vale.
Fotos y texto de La Medusa Paca.
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