jueves, 28 de abril de 2016 in

Las razones de Alonso Quijano y Sancho Panza





Las razones de Alonso Quijano y Sancho Panza

Andamos, como ya conocen por la entrada anterior, por La Mancha y, como tal, los viajeros andan de prisa, no saliendo de su resuello, tratando de tomar todas las notas que pueden, ver todo los que nuestros ojos alcanzan, que es mucho, disfrutar de todo lo que el cuerpo puede aguantar y degustar, sin gula, todo lo que nuestros estómagos admiten. Por lo tanto, no tienen demasiado tiempo para escribir ya que lo están ocupando en recibir las enseñanzas que los hombres del lugar les proporcionan y en ir anotando todas las enseñanzas y experiencias que los tomelloseros, almagreños, alcazareños, daimileños, calatraveños, argamasilleros y…hombres todos de estas anchas tierras.
Y sobre estas sus enseñanzas, dichos y quereres llegamos a las siguientes conclusiones: El hidalgo manchego Alonso Quijano, de renombre el Bueno, está cuerdo y un día decide volverse loco, haciéndose don Quijote. Decide inventarse una nueva vida de caballero andante, una dama de quien enamorarse, el nombre apropiado del caballo…, y entra en la nueva Orden de Caballería, como en su religión. Podemos decir también que Alonso Quijano se hace cuerdo volviéndose loco, volviéndose contra la sola y pura razón de la sinrazón, es decir, la vida. Se hace, pues, el loco, aunque no por puro capricho. En cien pasajes oímos cómo platican en él la conciencia trastornada del caballero andante y la subconciencia del hidalgo aldeano y burgués. Razón y realidad: tema central de la mejor novela española.

Y ante toda esta corta reflexión y para que nos lo cuenten mejor ellos, Alonso y Sancho, tomo sus andanzas y al encontrarnos hoy por las calles y dependencias por las que anduvo Doña Aldonaza, su señora Dulcinea, hemos sacado nuestro cuaderno de notas, como don Quijote sacó su libro de memoria, para recordar aquella preciosa carta de amor:

“Y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, y en acabándola llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer. A lo cual respondió Sancho:
—Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré bien guardado; porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate, que la tengo tan mala, que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaréLI mucho de oílla, que debe de ir como de molde.
—Escucha, que así dice —dijo don Quijote.
Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia108 y el llagado de las telas del corazón109, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene110. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura
“Por vida de mi padre —dijo Sancho en oyendo la carta—, que es la más alta cosa que jamás he oído. ¡Pesia a mí, y cómo que le dice vuestra merced ahí todo cuanto quiere, y qué bien que encaja en la firma El Caballero de la Triste Figura! Digo de verdad que es vuestra merced el mesmo diablo y que no hay cosa que no sepa”.

Y, después de comprender y asimilar el delicioso mensaje, los viajeros aquí quedan deshilando sus apuntes con los que, los próximos días seguiremos relatando de nuestras andanzas. Y aquí nos detenemos, como emboscados, buscando apartarnos del mundo y tratando de no perder la razón como el pobre hidalgo. Vale.

Texto y fotos La Medusa Paca. Copyright ©

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