Noche y día de arrebatos
Noche y día de arrebatos
Mañana, noche de San Juan, mi
agricultor tratará de recordar esos sanjuanes de su niñez cuando todos en
cuadrilla salíamos al campo en matinales neblinas, tardes rojas, doradas,
esperando la fulgurante noche en llamas, deseando que los perros silenciaran en
su aullar y todo fuese un traqueteo de amapolas y árboles vestidos de verano en
esta mañana entre la niebla, donde la soledad del campo inyecta, a modo de
vacuna preventiva, el germen de esa locura, locura quijotesca, de un idealismo
masacrado, capaz de imbuirnos de un ideal de pureza de un “sueño del lirio en
lontananza” que anhelaba y expresaba Machado en su poema “El loco”:
“Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos”.
Y que, además, esta noche de este
año sea para mi una metáfora, ya digo, de lo que la magia es capaz de hacer.
Noche corta y hermosa, con fuegos, canciones y poemas. ¡Alegría, estoy en la
misma orilla de mi playa en mi Mar Menor!
Permitidme que yo imagine esa
tarde, cuando se inicie la salida, como un prado suave que va subiendo,
subiendo y ascendiendo hasta la misma noche de San Juan, que es lo más alto.
Dejadme contemplar, pendiente abajo, el verano, estirándose hacia lo lejos. Y
gozar con todos aquellos que tuvieron y aún tienen extrañas noches sanjuaneras,
miríficas o temibles a la espera de esa magia como la que nos narra, supongo
que todo el mundo se sabe la historia, el conde Arnaldos cuando iba de caza, con su halcón en la
mano en una mañana de San Juan.
Iba a caballo por el borde del
mar- no me cuesta nada imaginarlo en mi playa- y de pronto vio acercarse a
tierra un barco maravilloso, con las velas de seda y las jarcias de lino. Y
escuchar esa maravillosa romanza, canto órfico del marinero que lo lleva y que
la naturaleza atiende, cantiga cancionera que sosiega las olas, posa a las
gaviotas calmadas sobre la arboladura y atrae a los peces desde el fondo del
agua. Y es aquí cuando el conde Arnaldos, seguramente hechizado él también por
la virtud del canto, rompe a hablar. Todos conocemos el canturreo del marinero.
Lo tarareó a voces: “Te lo pido por Dios, marinero, dime qué dice esa canción,
ponme en el secreto del canto”. Y soñamos ver al marinero volverse hacia el
conde, desde su barco, ya muy cerca de la playa, con el rostro roto en su
expresión en el rostro al gritarle sin expectativa aquello de: “Yo no digo esta
canción sino a quien conmigo va”.
De esta madrugada sanjuanera,
como sabrán, ya hace al menos quinientos años. Aquí hemos de acabar esta
historia, en su versión canónica. Desconocemos qué hizo el conde, qué encerraba
subirse a ese barco, qué precio había que pagar por el conocimiento, si es que
costaba algo. Qué haríamos cualquiera de nosotros si oyéramos una canción de
maravilla, una mañana de San Juan.
¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano la caza iba a cazar,
vio venir una galera que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda, la ejercía de un
cendal,
marinero que la manda diciendo viene un cantar
que la mar facía en calma, los vientos hace
amainar,
los peces que andan en el hondo arriba los hace andar,
las aves que andan volando en el mástil las faz posar.
Allí fabló el conde Arnaldos, bien oiréis
lo que dirá:
—Por Dios te ruego, marinero, dígasme ora
ese cantar.
Respondióle el marinero, tal respuesta le
fue a dar:
—Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va.
¡A disfrutar! ¡Que el espíritu
goce sin descuidar lo que corresponde al cuerpo! “Pan y vino andan camino, que
no mozo garrido”. O, mejorado, “Con pan y vino y carne de cochino se hace bien
el camino”. Seguro que el pan y el vino no faltarán en vuestro disfrute. Y una
buena fiambrera y unas bien adornadas bandejas de dulces, que también de pan
vive el hombre. Y no olvidarse que “hay un sueño de lirio en lontananza”. Que
la salida al campo sea un éxito, que la noche apunte refulgente y el día
alumbre perfecto para cumplir con el ancestral y telúrico culto al agua y sol.
Vale.
“Mañanita, mañanita
mañanita de San Juan
saca Pedro sus caballos
a la orillita del mar.
Mientras sus caballos beben
cantando estaba un cantar”. (Romance de Traspinedo (Valladolid).
Texto
y fotos La Medusa Paca. Copyright ©
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