jueves, 1 de diciembre de 2016 in

El Paseo, mi paseo






 Paisaje de Grávalos: Fonsorda
El Paseo, mi paseo
Comienza diciembre y he vuelto a las ensoñaciones, a las ensoñaciones roussonianas de paseante solitario por los caminos gravaleños del paisaje de Fonsorda. Heme aquí solo, sin hermano ni prójimo, sin más compañía que yo mismo. Y es que pasear no es otra cosa que un viaje al interior. Pasear es una ocupación solitaria en la que cada uno se mueve con sus propios pensamientos y ensoñaciones. Es un quehacer que me aleja del mundo y me exige tomar distancia de los problemas cotidianos. Cuando paseo no marco rumbo determinado ni plan concreto, me dejo ir acompañado de ese mi espíritu flotante sobre el paisaje cambiante.

Comienza diciembre y tengo escrito que es el mes propicio para el paseo, ese paseo entre la soledad y cubierto por la niebla, como si pidiera no me viesen porque pasear, lo que se dice pasear, ya no se pasea. Hoy hacen footing, jogging, running, marcha, excursionismo. Andan mucho pero no pasean. El personal, cuando sale a caminar, sale a realizar una actividad deportiva, un ejercicio para mantener la forma física. Yo paseo sin objetivo concreto, lo hago por el mero placer de mirar el entorno, perder el tiempo sin hacer nada útil.

Comienza diciembre y me he propuesto pasear como escondido entre un cañaveral, su cañaveral, para no ahuyentar el vuelo rasante de las aves y dejar que, en su libertad, nos aturda ese su vocerío emergente entre carrizos y espadañas, entre aguas remansadas y los hilillos de aguas emergentes. Deseo contemplarlas aquí, en su escondite y en su manifestación clara.

Comienza diciembre y deseo sentir el roce de los carrizos y el zumbido de una diminuta buscarla de color parduzco, con capa de insecto, tremendamente nervioso y que tiene por casa entre carrizales, juncales y eneales capaces de que sus erectos tallos le impidan volar.

Comienza diciembre y deseo sentarme en la silla de una tifa, tras el cañaveral, para escuchar esa melódica sinfonía que los calamones componen gruñendo y con chillos tras el cañar, el trompeteo de las fochas, el griterío de los calamones, el vocerío de las cigüeñuelas y el relinchar de los zampullines.

Comienza diciembre y deseo ponerme a andar entre la espesura masa de carrizos de esa balsa recordada y estimada para escoger uno que, entre el cuerpo y el parche, de sonido a mi zambomba y todo sea ese paisaje sonoro del matraqueo de los carriceros comunes y zorzales que sirva para dar entrada a estos villancicos populares. Y es que comienza diciembre y mi paseo. Vale.

La zambomba pide vino
y la caña aguardiente
y el mozo que la toca
mozas de quince a veinte.

No queremos la morcilla
Ni tampoco el farinato
Que queremos lomo fresco
Que es lo mejor del gurriato.

Si el amor que puse en ti
Hubiera puesto en un guarro
Ahora comería yo
Buenos torreznos de magro.

En el corral de tu abuelo
hay un bicho venenoso
deja preñás a las mozas
Y hecha la culpa a los mozos.

 Paisaje de Grávalos: Fonsorda


Texto La Medusa Paca y fotos Jesús Mª Jiménez Pérez. Copyright ©



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