miércoles, 7 de junio de 2017 in

Hombres del campo






Hombres del campo

“Por mi sangre han crecido árboles altos
y vitales acequias, densos soles,
y si muerdo la fruta me estremece
su sustancia ancestral, su dulce origen,
y me crujen los dientes y me aflora
un hilo de saliva estimulante.
No he pisado otra cosa que esta tierra
de la que Tú me hiciste, y me subyuga
su cósmica atracción irresistible.
Quiéreme un poco así si tal me has hecho.
No desdeñes el barro que formaste
y al que infundiste aliento y le encendiste
una cálida brasa entre cenizas
que desde siempre le llamamos alma
por su eterna inquietud, ardiente, insólita.” (Francisco Sánchez Bautista)

Hombres del campo, los míos, los de mi pueblo, los de mi tierra mantienen dolorosamente la esperanza. Hombres de campo, sabios y pacientes, los de con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Hechos al polvo y a la pena, con la copla sin alegría, pardos, contra el suelo, surco va, surco viene, ya al arado, ya a la hoz o al azadón uncidos a la tierra, nobles hombres del campo, los míos, los de mi pueblo, los de mi tierra, en el olvido y en la desesperanza.

Me cuentan y lo he sentido que habéis vivido, ahora menos, como se puede, malamente, y manteniendo dolorosamente la esperanza, nadie sabe de qué. Hombres de campo, sabios y pacientes, los míos, los de mi pueblo, los de mi tierra, hombres de campo, esos que tienen los pies en la tierra y la cabeza en el cielo.

Os he visto y os he contemplado y hasta admirado siempre cerca de la tierra, apenas os saca de ella esa hora en la que el mundo se dora, el aire se hace ingrávido, la noche alegre y amáis. Luego os anuda la carga del amor, hasta que se os arrugue la cara, se os haga pesado el andar, se os endurezcan las manos y se tuerza vuestra sonrisa. Hombres del campo, los míos, los de mi pueblo, los de mi tierra, los que mantenéis dolorosamente la esperanza, hay demasiado, mucho que esperar. Mantenéis amarga y dolorosamente la esperanza.

Y ahí continuáis: al frio y al calor. Y seguís congelados y lo gélido siempre os conduce, pisoteando caminos polvorientos, seguir al calor, al relente de la noche y a la chicharrera del mediodía. Y en nuestros y vuestros pueblos, sobre un vallado vestido de blanco, existe ese lugar seguro y pobre donde la tierra os persigue y os hace suyos para siempre. Vale.

“Tiene el cansancio
prendido en su pecho;
secas, ruinosas, sus raíces;
largas sombras ahogan
el temblor de la música.
una noche sin limite
frente a los caballos ensillados.”
(José María Campos Cayuela)

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

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