You Are At The Archives for octubre 2017

jueves, 26 de octubre de 2017 in

HAIKUS




`


HAIKUS

“Un poema no es otra cosa que un sueño en la vigilia”. (Tranströmer)

Lo leí, cerré los ojos, oí claramente y sentí el primer nítido sonido del HAIKU y comprendí su frase corta y hasta llegué a pensar aquello de que el sueño y el poema vienen de la misma mano. Tienen algunas leyes compartidas. Ahora ya puedo exhibir que tengo una relación de mucho amor con el sueño y puedo emigrar a la cama como si fuese a una fiesta, aunque el despertar sea casi siempre una desilusión.

Han fluido estos ocho HAIKUS y todo se ha presentado como mensaje, como parloteo y, después, los he modelado en mi cuaderno de notas siendo consciente de que estos mis primeros ocho Haikus no han necesitado de grandes sucesos para discurrir: han brotado muy rápidos, llenos de su belleza y emoción.

No he necesitado de mucho para describir la tranquilidad y la paz de la tarde de este otoño en la que he sido transportado y mecido como esas ramas de palmera quebradas por el torbellino.

Ahora sé que las estaciones son haikus que pasan volando. Ya no me pertenecen. Son de muchos. Vale.


que abrazan ambrosías
abriendo vidas


&&&

Tarde de otoño.
En hojas de palmera
una paloma.

&&&

Se ha deshojado
el jazmín, los pétalos
uno sobre otro.

&&&

En tarde de mar
se llenaban de sales
los jazmines.

&&&

Partiendo en barca
mi corazón aleja
el trinar de mi gorrión.


Sutil mi otoño:
el viento que se va
de flor en flor.

&&&

A cada ola
se desplaza en la nube
la mariposa.

&&&

Del sureste
sobre montañas de sal
el eco de la ola.

PRJP. N.º 12 en Santiago de la Ribera, 24 de octubre de 2017. En el primer tercio del otoño.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©

jueves, 19 de octubre de 2017 in

Mis escaleras, alfombradas de tostados






Mis escaleras, alfombradas de tostados

“La tierra es azul como una naranja y el otoño, que es uno y repetido, porque cada otoño se suplanta a sí mismo eternamente y sin descanso, es dorado y tierno y un poco triste, como los últimos jazmines”. (Paul Eluard)

Subo desde la calle pisando las primeras hojas que han caído con el viento y soñando con esa lluvia tibia, ¡por fin!, como un tazón de ese consomé que el día me invita a tomarlo. El día está desapacible y ya están aquí las primeras lluvias, los primeros fríos del otoño y apetece llegar a casa; sin ellos y con ese viento tan cálido que me abrigaba me harán recordar que los turiones de las peonías estaban a punto, a no más tardar para emerger de la tierra, que quedaba muy poco para que el alimoche, ese buitre que parece un gallo y que tiene un negro puro y un blanco sucio en el plumaje por lo que recuerda a la cigüeña, llegase desde África con los vientos del sureste a esperar el parto de alguna oveja para alimentarse de la placenta, aunque siempre se lo arrebatase la urraca, y luego el grajo. Bajo esta lluvia que aquí resbala por las traviesas, empiezan a florecer en el monte los ciclámenes blancos y en las tapias de las iglesias abandonadas las hiedras, las bayas nazarenas metálico, el acebo y las verdes esparragueras silvestres y esas moras entre zarzas. Días de otoño en los que aparece que, por el sureste, alguien se hubiera dejado una puerta abierta. 

Escribo frente a la ventana viendo a los niños, cogiditos de la mano de sus madres, acudir a sus colegios. Tengo la nítida sensación de que ha cambiado la luz, ¡eureka!, de que todo tiene un color un poco más frío, de que la claridad de la mañana tiene otro tono y hasta otro ritmo, como si, de verdad, ya fuese otoño. Es otoño. Otoño es una palabra del mismo tamaño que el color gris, un tiempo que avanza de la única forma que sabe, apresurado, para desembocarnos día a día en atardeceres cada vez más breves e intensos, en amaneceres más húmedos y más fríos, aunque haya que esperar todavía a que la hora cambie.

Observo que ha cambiado la luz y la claridad de la mañana, su tono y hasta su ritmo. Se ve en la mirada de la gente, en su gesto ante el café y ante la vida. Tengo en la boca el regusto de la fruta recién comida, el recuerdo del sabor, que es sabor ausente. Evoco el verano en su perfume todavía perceptible y algunos nos haremos la vana ilusión de que aún no se ha ido del todo. Pero después de la alegría, de la despreocupación estival, todo vuelve a su ser, a su normalidad. Uno sabe que ha regresado a la rutina cuando las tardes de los domingos recuperan su condición de interminables.

La tierra es azul como una naranja, opinaba Paul Eluard, y el otoño, que es uno y repetido, porque cada otoño se suplanta a sí mismo eternamente y sin descanso, es dorado y tierno y un poco triste, como los últimos jazmines.  Y mis escaleras,  alfombradas de tostados. Vale.

Texto y fotografías La Medusa Paca. Copyright ©


jueves, 12 de octubre de 2017 in

Fons-Sorda





Fons-Sorda





Callas, porque no oyes.
 No deseas
echar más leña al fuego,
a la locura
que exacerba nuestro amor.

Sintiendo tu frescura y tus olores
me he vuelto vago,
hasta me cuesta salir de casa
y también andar de noche.

Me gusta escribir desde esta tierra
andando y desandando caminos,
siendo olmo seco,
retorcido, sediento,
atormentado.

He ido agonizando por estos pedregales,
salobres y carrizales,
espadañas y eneales,
juncales y tarajales,
gozada de primavera,
margaritas, amapolas,
 carrizos y almendrales,
reflejos de esa almadía
donde anida la esperanza,
donde habitan las lavandas,
perfumadas de romeros,
donde canta la calandria
y amanece el ruiseñor.

Callas, porque no oyes.
 No deseas
echar más leña al fuego,
a la locura
que exacerba nuestro amor.

Sigue en tu silencio.
Que el trino de tus alondras
y sonoras cardelinas,
 orilladas a refrescar sus gorjeos
te lleven a despertar.

PRJP. N.º 11 Villamediana de Iregua, 10 de octubre de 2017. Grávalos, cuando la balsa de Fonsorda todavía riega las huertas.

Texto La Medusa Paca, fotografías cortesía de Jesús Mª Jiménez Pérez. Copyright ©

Con la tecnología de Blogger.

Seguidores